La orientación por la construcción de un mundo multipolar está avanzando a pasos agigantados, en el marco de las contradicciones internas de EEUU (principal superpotencia), la crisis en Europa, el desarrollo de China en el comercio mundial y la recuperación de Rusia en el escenario internacional que lleva a una agudización de las contradicciones interimperialistas expresadas ya no solo en las barreras comerciales de esas metrópolis, sino en la lucha palaciega por los recursos naturales estratégicos en otros países como el nuestro con estallidos de guerras que arrastran a los pueblos a la miseria y la muerte como en Ucrania y Oriente Medio.
Luego de la crisis financiera global de 2008 resurgen con fuerza los polos de poder emergentes que se nuclean en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) e impulsan una reconfiguración del orden mundial de signo multipolar y multilateral hegemonizado por China y Rusia.
En relación a estos nuevos poderes se comenzaron a plantear la redistribución del poder y la riqueza mundial. Así los BRICS pasaron a formar a partir del 2017 en BRICS+ con la apertura a nuevos miembros ha concitado el interés de numerosos países “emergentes” provenientes del Sur Global.
En la actualidad, ya han sido invitados seis nuevos miembros para sumarse a partir del 1º de enero de 2024: Arabia Saudita, Argentina (ha desistido luego de ganada la elección por parte de Milei), Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. También es importante aclarar que, hay unos catorce países que aparecen como “candidatos” para integrarse, sea al bloque en su conjunto o a algunas de sus instituciones en particular, como el Nuevo Banco de Desarrollo, presidido por Brasil mediante la figura de la ex presidenta Rousseff desde el mes de abril de 2023.
En términos geopolíticos hay que destacar que la ampliación de seis países a los BRICS significa la incorporación de cuatro de ‘Medio Oriente’ —o de la región centro de Afro-Eurasia—, un lugar clave de la disputa política y estratégica mundial, donde predomina la cultura y religión islámica. Además, tres países son actores centrales de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
En el año 2022 China ha lanzado una cantidad de eventos con el logo “BRICS PLUS” y convocó a participar a más de 50 países no pertenecientes al bloque. Aquí surge una pregunta: ¿Se puede pensar en los BRICS+ como una nueva institución multipolar multilateral a partir de la cual direccionar hacia un nuevo orden mundial?
Relacionado a lo anterior, hay que decir también que todo esto se articula con lo que China viene anunciando en los últimos años: Un conjunto de iniciativas de desarrollo global, de seguridad global y de civilización global, todo ello en el marco de su propuesta de lo que denominan “Comunidad de Destino Compartido para la Humanidad”. A su vez, todo este gran programa se articula con el proyecto de la nueva ruta de la seda.
Ante esta situación, ¿es posible pensar a todo este conjunto de proyecciones para el mundo por parte de China como una nueva perspectiva que se abre ante la actual crisis hegemonica por parte del imperialismo Anglo – EEUU, Inglaterra – Sionista?
La estrategia de China para con Suramérica se corresponde con un proceso sostenido y veloz con distintas propuestas de grandes volúmenes de inversión en áreas estratégicas: tecnología, infraestructura (puertos, corredores bioceánicos, puentes carreteros, etc), petróleo, gas, minería, metales; además de préstamos financieros. Como parte de su “astucia geopolítica”, una diferencia sustancial con Estados Unidos radica en el terreno militar, donde la táctica es que en lugar de subordinar a los gobiernos a sus reglas y hacerlo bajo amenaza y por la fuerza, China ha sabido captar las necesidades locales a partir de toda una batería de propuestas que conforman su “estrategia de acercamiento”, sin uso de la fuerza militar o presiones políticas, aunque si en el terreno del comercio o los intereses altísimos a la hora de prestamos.
Es decir, no es a través de la imposición forzosa ni del instalación de bases militares o tropas (aunque si lo hizo en Yibuti, en el llamado “Cuerno de África” donde “cambió deuda por base militar”) que se desarrolla su estrategia de negocios con América Latina, pero también es necesario precisar que, las relaciones ganar-ganar que Pekín traza con otros actores del Sur Global en Asia, África y América Latina se basan a menudo en lógicas de intercambio desigual, agudizando la dependencia económica y que pueden generar perturbaciones financieras para nuestra región, por eso es preciso remarcarlo.
Es por todo esto que, en el entramado heterogéneo que compone el Sur Global, y teniendo en cuenta su historia, lo que emerge a partir del ascenso de China con su plataforma es un desarrollo que compite con el viejo esquema conducido y sostenido hegemónicamente desde el “unipolarismo de occidente”. Siempre teniendo en cuenta que son “competencias” desarrolladas en el marco de la lucha entre potencias imperialistas.
Es importante tener en cuenta que a esa plataforma de desarrollo se puede considerar, también, como una oportunidad de poder diseñar una estrategia propia ante la presente crisis, sabiendo ubicar donde están los enemigos principales y sabiendo aprovechar sus contradicciones para poder desarrollar al máximo la autonomía y la soberanía como eje fundamental.
A estas alturas, ya nadie puede no tomar nota de la reconfiguración del mapa de poder mundial. El acercamiento entre China y América Latina y el Caribe es trascendental, y en este marco la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda tiene una importancia estratégica para China. Sin embargo, la única fórmula que puede
tener éxito para los países de nuestra región es la unidad regional, en tanto sólo un bloque sólido puede enfrentar a las potencias mundiales y a sus instrumentos financieros y construir un proyecto soberano.
El orden internacional actual atraviesa un proceso de transición histórico espacial, donde el centro de gravedad de poder mundial se está desplazando progresivamente de occidente hacia oriente y del norte global al sur global.
En este contexto, se producen realineamientos geopolíticos a gran escala, que están reconfigurando territorios y bloques económicos en un entorno global de grandes tensiones y amenazas que provocan nuevos enfrentamientos (OTAN, Ucrania, Rusia, Israel, Gaza, Yemen).
El proyecto de la Ruta de la Seda es contradictorio ya que presenta un desafío y/o amenaza para los países dependientes de la región en cuanto a sus necesidades de productos elaborados para el consumo y la producción, a la vez que también, desde una posición independiente puede representar una oportunidad en tanto y en cuanto a la par se desarrolle un plan estratégico soberano donde la sustitución de productos sea un primer periodo para romper a futuro con la dependencia.
La construcción de una nueva arquitectura productiva independiente que se sustente
en la instalación de redes de interconexión y cooperación regionales, necesarias para el desarrollo soberano de nuestra región, puede aprovecharse de esas contradicciones y las propias necesidades de los Estados para lograr financiación, tanto con el Banco del BRICS u otra entidad internacional para inversiones en infraestructura, además de propios Bancos de
Desarrollo de los países donde se asienta la inversión o de un futuro Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe “no alineados”, como condición para no aceptar imposiciones que traben el desarrollo soberano.
Teniendo presente la coyuntura, donde los EEUU está decidido a no perder su posición en la región, dicho claramente por Laura Richardson (Jefa del Comando Sur de EEUU) frente al avance de los intereses del gigante asiático, nos preguntamos,
¿creemos que es un momento para pensar en un proyecto soberano y verdaderamente independentista manteniendo las condiciones de igualdad en el comercio con el resto de los pueblos?
Si la nueva ruta de la seda permitiera autonomía en las decisiones soberanas de Argentina para la construcción de nuevos desafíos de cooperación y desarrollo a todo nivel con China y el resto de los países que integran el BRI, sería una oportunidad sin precedentes.
En ese mundo de disputa y multipolaridad, si se logra realmente y que no solo sea un traspaso de hegemonía mundial de occidente a oriente, la reconfiguración de una nueva ruta de la seda es clave para multiplicar el aporte del comercio internacional y su distribución.
Nicolas Weichafe