Una epopeya militar independentista

Bicentenario del Cruce de Los Andes

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En 1917 el Ejército de los Andes conformado y dirigido por José de San Martín logró la hazaña de cruzar la cordillera y derrotar al ejército realista en Chile. Con esto el proceso revolucionario independentista retomó la ofensiva que terminaría sellando el fin del dominio español en toda América.

El cruce de los Andes constituyó una de las acciones más heroicas y ambiciosas de la historia militar de la humanidad, y la más destacada de nuestra historia nacional. Pero, fundamentalmente, fue el eslabón de un plan orientado a terminar con el colonialismo español de una vez por todas.

En 1815 Fernando VII había regresado al trono de España, con lo que la metrópoli se lanzó con todas sus fuerzas a sofocar y aplastar los movimientos independentistas que se venían produciendo en sus colonias americanas. Bolívar fue derrotado en Venezuela y Colombia, lo mismo que José María Morelos en México. Y en noviembre de 1815, en la batalla de Sipe Sipe en el Alto Perú, los realistas habían vencido a las fuerzas al mando de Rondeau.

En ese contexto adverso emergió la figura de San Martín, que sin dudarlo reafirmó la lucha independentista, como se vio en su impulso a la declaración de Independencia del Congreso de Tucumán de 1816 (ver Vamos! Nº55). Desde 1814 San Martín había sido designado gobernador de Cuyo y se había abocado a llevar adelante su plan: cruzar la Cordillera de los Andes, liberar Chile y desde allí dirigirse al bastión de los españoles en el Perú (ver recuadro).

El ejército y el cruce de los Andes

Desde su llegada a Mendoza, San Martín se dedicó a la organización del Ejército de los Andes y prepararlo para el cruce de la cordillera y el ataque a los realistas en Chile. A éste se sumaron tropas regulares, pobladores de Cuyo, los patriotas chilenos exiliados y esclavos negros liberados, que constituyeron la mitad de las tropas de infantería.

Mendoza se trasformó en un gran cuartel y fábrica militar, con gran parte de la población participando en la elaboración de pólvora, municiones, bayonetas, cañones y trajes para el ejército. Para esto se creó una fábrica militar en El Plumerillo, dirigida por el sacerdote Fray Luis Beltrán, y toda la economía de la provincia se orientó al esfuerzo de guerra. Se expropiaron los bienes de los españoles exiliados y se establecieron nuevos impuestos que recaían sobre todo en los más ricos. A esto se sumaron los aportes del gobierno central de Buenos Aires a cargo de Juan Martín de Pueyrredón.

La expedición liberadora se inició el 5 de enero de 1817, integrada por 5.200 hombres, con 10.000 mulas, 1.600 caballos y 600 vacas. Antes de cruzar los Andes, San Martín se reunió con caciques pehuenches que habitaban la cordillera con un doble objetivo, en sus palabras: “primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien al ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances”. Se organizaron dos columnas y cuatro destacamentos que cruzaron por distintos pasos desde La Rioja hasta el sur de Mendoza.

Las condiciones del cruce fueron extremadamente difíciles, con temperaturas de 30 grados de día y 10 grados bajo cero de noche, una altura promedio de 3.000 metros, comiendo esencialmente el llamado “charquicán”, un alimento basado en carne secada al sol, con cuernos de vaca individuales para transportar el agua, etc. Pero, aun así, tras 21 días lograron la hazaña.

En una Proclama, San Martín decía a los pobladores de Chile: “¡Chilenos, Amigos y Compatriotas! El Ejército de mi mando viene a libraros de los tiranos que oprimen ese precioso suelo. […] Estos son los sentimientos del Gobierno Supremo de las Provincias Unidas en Sud América que me manda, desprendiéndose de una parte principal de sus fuerzas para romper las cadenas ensangrentadas que os ligan al carro infame de los tiranos; son los míos y los de mis compañeros en la campaña. Ella se emprende para salvaros. ¡Chilenos generosos! Corresponded a los designios de los que arrostran la muerte por la libertad de la patria.”

La Batalla de Chacabuco y la ofensiva independentista

El 12 de febrero de 1817 el Ejército de los Andes se lanzó a su primera batalla en territorio chileno, la Batalla de Chacabuco. La victoria fue fulminante. Sobre el campo de batalla San Martín escribió el parte de guerra al gobierno central: “Excmo. Señor: una división de 1.800 hombres del ejército de Chile, acaba de ser destrozada en los llanos de Chacabuco por el ejército de mi mando, en la tarde de hoy. Seiscientos prisioneros, entre ellos treinta oficiales, cuatrocientos cincuenta muertos y una bandera, que tengo el honor de dirigir, es el resultado de una jornada feliz, con más de mil fusiles y dos cañones. […] no hay expresiones como ponderar la bravura de estas tropas; nuestra pérdida no alcanza a cien hombres.”

Con la victoria de Chacabuco se abrió el paso a la ocupación de la capital chilena, de donde el gobernador español Marcó del Pont había huido ya, y el 18 de febrero de 1818 se convocó un Cabildo Abierto. Este designó a San Martín Director Supremo, cargo que este declinó proponiendo al chileno Bernardo de O’Higgins, para dedicarse de lleno a la continuación de su plan libertador.

Tras una derrota en Cancha Rayada en marzo de 1818, la Batalla de Maipú de abril del mismo año sellaría el triunfo de la independencia de Chile y, en palabras de San Martín, “la suerte de América del Sur”. El Cruce de los Andes y los triunfos obtenidos se convirtieron en un símbolo que recorrió toda América, dando un nuevo impulso a las independencias latinoamericanas, que no se detendrían hasta la completa expulsión del colonialismo español.

El plan de San Martín
El 29 de febrero de 1816 San Martín le escribió al Director Álvarez Thomas sobre su plan de avanzar sobre Chile para luego conquistar Lima: “Chile, por su excelente población proporcionalmente a las demás regiones de esta América, por la natural valentía y educada subordinación de sus habitantes, por sus riquezas, es el pueblo capaz de fijar la suerte de la revolución. Él es el fomento del marinaje del Pacífico. (…) En este concepto nada más interesante que ocuparlo. Lograda esta grande empresa, el Perú será libre. Desde allí irán con mejor éxito las legiones de nuestros guerreros. Lima sucumbirá, faltándole los artículos de subsistencia más preciosos. Pero para este logro despleguemos de una vez nuestros recursos.”

La guerra de zapa
San Martín no dejó nada por hacer para derrotar a los realistas de Chile. Además de la organización del ejército para la confrontación militar, dedicó grandes esfuerzos a lo que se llamó “la guerra de zapa”. Esta consistía en todo tipo de acciones para confundir, dividir y desmoralizar al enemigo: informaciones falsas, tareas de espionaje, promoción de deserciones en las tropas realistas, infiltrados, llamamientos a la población, formación de guerrillas, etc.
En una carta a Tomás Guido el 1 de noviembre de 1816, decía San Martín: “La Guerra de Zapa que les hago es terrible; ya los tengo metidos en sus cuerpos a ocho desertores, entre ellos dos sargentos, gente de toda mi confianza, que han ido en clase de tales. Esto me ha costado indecible trabajo, pues ha sido preciso separar toda sospecha de intervención mía en el particular para ocultar ese paso”.