La primera huelga obrera contra la dictadura

El 24 de marzo de 1976 las principales fábricas de la ciudad de Córdoba, como en toda la Argentina, amanecieron rodeadas por las FFAA, que las declaró “objetivos de interés militar”.

En una serie de comunicados, los interventores militares de la provincia recomendaban explícitamente a los trabajadores que “desoigan toda incitación a la violencia o al incumplimiento de sus obligaciones” y prohibían la realización de “ningún tipo de manifestaciones, marchas, concentraciones, reuniones en fábricas u ocupación de estas”. Efectivos militares patrullaban las calles fuertemente armados, mientras ocupaban el local de la CGT y realizaban numerosos allanamientos por la ciudad.

El golpe que se acababa de consumar derrocando al gobierno peronista se lanzaba así a concretar uno de sus objetivos centrales: cortar de cuajo el activismo obrero que había crecido como un torrente desde el Cordobazo de 1969 para imponer un plan económico antiobrero y antipopular.

Pero, desafiando los planes dictatoriales, en la ciudad de Córdoba la clase obrera alzó una voz de resistencia. Los obreros de fábrica automotriz más grande, Santa Isabel de IKA-Renault, afiliados al SMATA, realizaron una asamblea dentro de la planta, repudiaron el golpe de Estado, colgaron carteles con consignas como “Fuera los milicos asesinos” y “Sabotaje a la superexplotación” y realizaron un abandono de tareas.

Santa Isabel era la fábrica donde trabajaba René Salamanca, secretario general del SMATA Córdoba, que se encontraba en la clandestinidad desde fines de 1974, tras la intervención del sindicato. A partir de allí, éste había denunciado incansablemente los preparativos del golpe y las nefastas consecuencias que tendría para la clase obrera.

De esta manera, en el Cuerpo de Delegados de los mecánicos se había resuelto la oposición a todo golpe de Estado y, en caso de concretarse, la declaración inmediata de huelga. Sin que sus compañeros lo supieran, y como una trágica prueba de sus denuncias, ese mismo 24 de marzo Salamanca estaba siendo secuestrado y desaparecido.

Aislada en un movimiento obrero presa de la confusión política y víctima de la brutal ofensiva represiva, la huelga de Santa Isabel no logró extenderse y los trabajadores decidieron mantener el repudio al golpe trabajando a reglamento por varios días, a un ritmo de producción inferior al 50% del normal.

Aun así, la huelga de Santa Isabel fue uno de los primeros jalones que marcaron la resistencia y la lucha obrera que, en esas difíciles condiciones, no cesaría durante toda la dictadura y terminaría por ser uno de los factores fundamentales de su debilitamiento y caída.

últimas noticias