El ejemplo de Manuel Belgrano

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Era 20 de Junio de 1820 en Buenos Aires cuando fallecía a sus 50 años Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, más conocido como Manuel Belgrano.
Al abrazar la causa independentista en 1810 en el Río de la Plata, demostró qué poco le importaba que ésta revolución perjudicara a la fortuna de su propia familia, siendo hijo de comerciantes que se beneficiaban del monopolio al que España obligaba a sus colonias.
Esta firme convicción de proseguir sin importar las consecuencias, en favor de un accionar que nos libere definitivamente de España, pudo verse en hitos claves del proceso independentista como la epopeya popular del “Éxodo Jujeño”, la batalla de Salta y la creación de nuestra bandera.

Un política económica soberana

En su escrito de 1796 dirigido al Rey de España “Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria, proteger el comercio en un país agricultor”, bajo su rol de cónsul de BsAs, Belgrano recomienda la creación de una escuela de agricultura para que los jóvenes labradores conozcan los principios generales de la vegetación, la roturación de la tierra y rotación de cultivos y las reglas para estercolar la tierra.

Pero Belgrano tenía muy claro la necesidad de impulsar la pequeña producción agraria y diversificar la producción poniendo a trabajar las tierras ociosas. Para tal fin, incluso trae experiencias de técnicas de cultivos que se llevan adelante en Inglaterra, Francia y Alemania. Sostiene la creación de un fondo para socorrer a los labradores y no pierdan sus tierras en manos de los “grandes terratenientes”.

Destacó como central el desarrollo de una agricultura que provea las materias primas para producir manufacturas y desarrollar el comercio. Plantea la necesidad de fomentar la industria de la lana, crear escuelas donde se enseñen los oficios: sastrería, zapatería, hilado de algodón, etc.
El creador de la Bandera argentina sostenía que era necesaria una política industrialista, crear valor agregado y no ser simples productores de materias primas. Todas sus posturas en materia económica iban en contra de la política monopolista que imponía la corona española y molestaban a las elites propietarias de la tierra.

“El modo más ventajoso de exportar las producciones excedentes de la tierra, es ponerlas antes en obra, o manufacturarlas. La importación de las materias extranjeras para emplearse en manufacturas, en lugar de sacarlas manufacturadas de sus países ahorra mucho dinero, y proporciona la ventaja que produce a las manos que se emplean en darles nueva forma (…). La importación de mercaderías que impiden el consumo de las del país o que perjudican el progreso de sus manufacturas y de su cultivo lleva tras de sí la ruina de la nación”, palabras de Manuel Belgrano en el Correo de Comercio, 1810.

Muchos somos los que hoy recordamos su lucha por una patria liberada, y nos hacemos eco del lema al que Manuel Belgrano y sus soldados juraron antes de enfrentar al enemigo ese 27 de febrero de 1812 a orillas del Paraná, el mismo río que hoy se disputa su control: si quedará en manos del Estado para regular nuestras exportaciones o seguirá en manos de los mismos monopolios cerealeros extranjeros que imponen al país un desarrollo agroexportador dependiente de los países imperialistas. Como afirmó Manuel Belgrano: “Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad”.

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