Periodistas, académicos describen con asombro el modo en que el gobierno chino de Xi Jinping afrontó y comenzó a superar la pandemia originada en Wuhan. Pero nadie menciona los inmensos avances que la China socialista de Mao (1949-1978) logró en la eliminación de epidemias y enfermedades sobre la base de la línea de masas y el principio-guía de «Servir al pueblo».
Y se oculta que la restauración capitalista a fines de los ’70 destruyó el sistema de salud popular erigido durante el socialismo y privatizó y convirtió en un negocio de pocos la atención de la salud. La siguiente nota en tres partes aborda esos procesos.
Epidemias en China: pasado y presente
La tremenda conmoción social y económica provocada por la pandemia de coronavirus abrió paso entre filósofos, académicos, periodistas etc., a toda clase de proyecciones y especulaciones sobre los cambios que esta conmoción traerá aparejada en el mundo. El artículo del pensador esloveno Slavoj Zizek, en el que sostiene que el coronavirus desembocará o bien en la barbarie, o bien en «alguna forma de comunismo reinventado», generó en todo el mundo una verdadera catarata de respuestas y reflexiones.
Más allá de las interpretaciones plagadas de ignorancia, prejuicios y simplificaciones que habitualmente se hacen sobre el socialismo (casi siempre reducido a «un mayor papel del Estado en la economía» o a una «dictadura del partido comunista»), es muy notable ver que entre los centenares de articulistas maravillados por el modo centralizado, veloz y con gigantescas inversiones oficiales con que la poderosa China capitalista e imperialista de hoy combate y aparentemente supera la pandemia, prácticamente ninguno menciona que esta lucha contra enfermedades y epidemias masivas China ya la libró antes con extraordinarios logros en los años del socialismo (1949-1978), cuando hacía muy poco que la Revolución había roto el pasado semicolonial y semifeudal en que China era llamada «el hombre enfermo de Asia», y era todavía un país pobre y bloqueado por los imperialismos occidentales.
Por entonces, tras haber liquidado el poder de los terratenientes y de las corporaciones imperialistas y de haber instaurado un estado popular, con pobrísimos recursos materiales pero sobre la base de la movilización de millones, el pueblo chino en pocos años eliminó las epidemias y casi todas las enfermedades nutricionales e infecciosas que lo asolaban −éxitos extraordinarios que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instituciones sanitarias internacionales ponían como ejemplo mundial−, y construyó un sistema de salud pública superior no sólo a otros países del «tercer mundo» como la India o los de América Latina, sino al de EEUU y otras potencias occidentales.
En 20 años, y con una población que en 1970 rondaba los 700 millones de habitantes, China erradicó las enfermedades venéreas y la drogadicción, enfermedades bacterianas como el cólera, la lepra, la meningitis y el tifus, y virósicas como la viruela y el tracoma, a la vez que redujo notoriamente enfermedades parasitarias como la malaria y la esquistosomiasis, y nutricionales como la falta de proteínas y vitaminas.
Desde el triunfo revolucionario de 1949, en un país prácticamente sin industria, arrasado por 25 años de guerra antijaponesa y revolucionaria y en el que la miseria, las catástrofes naturales, la desnutrición, las epidemias y la escasez de hospitales y médicos provocaban la muerte de millones de personas cada año, la dirección maoísta dividió su escaso presupuesto entre las necesidades de una rápida industrialización y las urgencias populares en trabajo, educación y salud.
En este último plano, y en el marco del tremendo atraso existente, relegó la inversión sanitaria en tecnología «de alto nivel» −como los hospitales de especialidades o los médicos altamente capacitados− y priorizó y direccionó sus recursos hacia tareas de salud principalmente preventivas y realizadas por la propia gente mediante tecnologías «intermedias» y la combinación y uso de elementos de la medicina tradicional china como las hierbas y la anestesia por acupuntura.
Liberación, Gran Salto Adelante y Revolución Cultural
Ya durante la guerra popular antijaponesa y la de Liberación en las décadas del ’30 y ’40, el cuidado de la salud fue para los comunistas una motivación paralela a la movilización de los campesinos para la reforma agraria. Y siguió siéndolo cuando en 1949 se estableció la República Popular.
El Congreso de Salud reunido en Pekín en 1950 sentó las bases ideológicas que tendría el nuevo sistema revolucionario de salud: poner la medicina al servicio de los trabajadores; integrar el trabajo de salud con los movimientos de masas; dar prioridad a la medicina preventiva, y unir la medicina tradicional con la occidental.
En un país donde en 1949 el 90% de la población era analfabeta, se formó y entrenó personal de atención médica a un ritmo asombroso.
Las escuelas secundarias superiores de orientación en salud formaron cientos de miles de asistentes médicos, enfermeras, parteras, farmacéuticos y técnicos de radiología y de laboratorio.
Con rapidez igualmente asombrosa se construyeron también instalaciones sanitarias; entre 1949 y 1957 se levantaron 860 nuevos hospitales, con un promedio de 359 camas: un nuevo hospital terminado en algún lugar de China cada tres días y medio, con un total de unas 300.000 camas en 7 años. Y en los 8 años siguientes −de 1957 a 1965− se construyeron instalaciones para 400.000 camas adicionales. (Los intelectuales que se asombran hoy, en marzo de 2020 y con el inmenso poder financiero y los medios tecnológicos con que cuenta Xi Jinping, de que el gobierno chino haya construido en pocos días dos hospitales de emergencia en Wuhan, donde se originó el coronavirus, olvidan u ocultan que eso y mucho más ya lo hizo el pueblo en la década de 1960, con muchos menos recursos, cuando China era socialista, y que fue entonces cuando se sentaron las bases de los actuales avances de la medicina china).
En los mismos años en que las potencias occidentales y la URSS ya convertida en capitalista e imperialista se burlaban de los «hornos de patio» donde millones de trabajadores chinos daban sus primeros pasos en la producción masiva de acero, en la China socialista se desarrollaron avanzadas industrias farmacéuticas y se obtenían éxitos notables en áreas especiales de la tecnología médica como la reimplantación de miembros cortados y el salvamento de pacientes con quemaduras extensas.