Sobre el último viaje papal por Sudamérica

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Ante la gira que el Papa Francisco realizó por Chile y Perú durante enero, los medios hegemónicos que bancan al gobierno de nuestro país concentraron sus titulares en cuestionarlo porque aún no pisó suelo argentino. Noticias que no son noticia, ya que desde un inicio los gestos papales fueron en un sentido distinto –por no decir contrario– al de este gobierno: desde el frío encuentro que tuvieron en Roma hasta su especial atención con Milagro Sala o Sergio Maldonado. Se ve que las decisiones celestiales tienen mucho que ver con la política mundana.

En relación a Chile, no deja de ser curioso el momento elegido: entre una presidenta saliente y otro elegido pero aún no asumido. La última visita papal a Chile había sido en 1987, por Juan Pablo II a finales de la dictadura pinochetista apuntalando la transición a la “democracia” con impunidad garantizada. Esta vez, el ahora Papa Francisco se reunió con Michelle Bachelet pero evitó la foto con Sebastián Piñera, vuelto a elegir en un balotaje con enorme abstención. No parece preocuparle tanto la debilidad institucional del gobierno chileno entrante.

Algunos medios han buscado destacar la visita papal como una forma de oxigenar la iglesia chilena. Otros han buscado mostrar que Francisco I no ha generado demasiado entusiasmo. Sea como sea, difícil tarea para un Papa argentino tratar de revertir en Chile la pérdida de feligreses. Pero no se puede decir que no lo ha intentado: ¡hasta intentó defender al obispo encubridor de pederastas! (ver recuadro) Evidentemente hay cuestiones de la Iglesia Católica que ni el aggiornamiento francisquiano puede tapar (y mucho menos cambiar).

Fue también compleja su visita en Temuco, 600 kilómetros al sur de Santiago de Chile, con una gran presencia de mapuches. Allí realizó un acto-ceremonia con 200 mil personas en el aeródromo de Maquehue, que se levanta en un terreno reclamado por los mapuches y que también fue un centro de torturas durante la dictadura. Abrió su discurso-homilía hablando en mapudungun (el idioma mapuche). Citó una frase de Violeta Parra que denuncia las “injusticias de siglos que todos ven aplicar”. Mencionó las injusticias padecidas por los mapuches y demás pueblos originarios. Recordó las “graves violaciones a los derechos humanos” cometidas en ese mismo lugar. Y concentró su mensaje en llamar a “la unidad” y rechazar “la violencia”.

Su mensaje se desmarcó de la campaña de estigmatización contra los originarios en ambos lados de la Coordillera. Sin embargo, en el contexto de creciente tensión con la militarización estatal de los carabineros y la ofensiva judicial contra dirigentes mapuches –ley antiterrorista mediante–, en terminó poniendo en el mismo plano la violencia del Estado opresor con la de un pueblo oprimido. Con este enfoque no respondió la carta que le envió la machi Francisca Linconao (con detención domiciliaria), ni se reunió con comunidades en conflicto que solicitaron reunirse con él.

Ya en Perú, frente al presidente Pedro Pablo Kusczynski denunció a la corrupción como “un flagelo social en los países latinoamericanos”. Esto ocurrió días después de que el presidente sea interpelado por el caso Odebrecht en el Parlamento y salvado con los votos del oficialismo y del fujimorismo (y días después de que Fujimori sea indultado por Kusczynski). También tuvo un encuentro con los pueblos de la Amazonia peruana, hizo una denuncia del extractivismo y “paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los estados sin tener en cuenta a sus habitantes”. Son políticas de Estado sostenidas por Fujimori en su momento y ahora también por Kusczynski.

Al fin de cuentas, con su gira el Papa Francisco se mostró contrario a las políticas de ajuste brutal, liberal y/o ortodoxo que vienen avanzando en la región. Es justo aprovecharlo en la medida que se pueda, sin dejar de ver las cuentas pendientes que la Iglesia tiene con el pueblo.

 


El Papa defendió a curas pedófilos

En su visita a Chile, Francisco hizo una defensa pública del obispo de Osorno, Juan Barros, implicado en los casos de abusos del cura Fernando Karadima. El caso del Karadima, un cura de una importante iglesia de Santiago de Chile con vínculos con la dictadura de Pinochet, tuvo un gran impacto en la sociedad chilena. Si bien se logró establecer su culpabilidad, eludió la cárcel por prescripción de las causas y en 2011, luego de un largo proceso, fue suspendido de por vida por el Vaticano.

Los denunciantes de Karadima denuncian también que el hoy obispo Juan Barros que fue miembro de su círculo íntimo por 40 años, presenciaba muchos de los abusos y que además obstaculizó la denuncia contra el mismo ocultando pruebas y haciendo una defensa del mismo. Barros fue nombrado obispo de Osorno en 2015 por Francisco y durante la gira estuvo presente en las tres misas que dio el Papa. En el final fue defendido públicamente por él frente a los medios periodísticos.

Si bien Francisco pidió perdón por los curas pedófilos y se reunió con una parte de las víctimas de abuso eclesiástico, evitó reunirse con los denunciantes de Karadima, quienes plantearon que la Iglesia en lugar de pedir perdón debe poner a disposición de la Justicia todas las pruebas que tiene contra los curas pedófilos y abusadores.