La llegada de Bergoglio a la cabeza de la iglesia católica marcó una nueva etapa histórica en esta institución milenaria.
Llegaba en medio de una profunda crisis política y gran desprestigio atravesado por la corrupción, las denuncias de pedofilia y abusos, pero sobre todo el alejamiento de los pueblos más sufridos del mundo.
No fue casual su elección y marcaba el cierre de un ciclo, sucediendo a Benedicto XVl aquel Papa alemán quien en su juventud había integrado las juventudes hitlerianas, fiel exponente de esa iglesia vinculada a lo más rancio del poder.
Sostengo la caracterización del rol de la iglesia en la sociedad capitalista, marcada como garante (en términos generales), del patriarcado y la red de contención de los desposeídos que arroja el sistema de explotación de los poderosos sobre los pueblos y la naturaleza. Una institución que no se plantea terminar con la pobreza, “sino que esa pobreza sea digna”.
Si bien Francisco no rompió con esa razón de ser de la iglesia, marco dentro de esta una transformación positiva en cuanto a politizar el debate entre los más explotados y el poder, para ubicarse firmemente del lado de los más débiles con hechos y retóricas que nunca se habían escuchado en la iglesia.
Impulso, a fuerza de la lucha dentro de esta, una impronta de amplitud respecto a las mujeres y disidencias, aún sin ir a fondo ni cambiar la esencia de la iglesia, dentro de los límites de la propia institución, tomó medidas que apuntaron a dañar “el espíritu de cuerpo” frente a los casos de abusos y los negociados.
No se puede decir que fue un papa más como decenas que han pasado.
Fue el Papa con más llegada a los humildes y el que más empujó a los jóvenes a ser protagonistas, por la propia necesidad frente al desprestigio profundo y la deserción que atravesaba la iglesia. “Hagan lío en las diócesis” les dijo, de manera arriesgada, a decena de miles de jóvenes en Brasil cómo forma de limpiar lo anquilosado y acercarlos nuevamente a la iglesia.
Denunció, en contra de lo establecido por los centros de poder mundial, el genocidio en Gaza. Instó a «cuidar a la Madre Tierra» y habló en reiteradas ocasiones contra el «Imperio del dinero», llamando a una distribución más justa de los recursos.
La partida de Francisco marca un antes y un después en la vida cotidiana de los pueblos, de manera transversal en cuanto a las religiones.
“Latinoamérica siempre fue víctima y será víctima, hasta que se termine de liberar, de imperialismo explotadores”, sostenía el Papa Francisco y además le agregaba que “un mundo mejor es posible”.
Los que sólo tenemos como dios a los pueblos coincidimos con esas afirmaciones, a la vez que apelamos a la voluntad transformadora de estos, más unidos y empoderados, “haciendo líos revolucionarios” para limpiar los cielos de esta cruel miseria planificada y terminar con este sistema de explotación de las personas por las personas.
Gustavo Funes