Si un día no vuelvo, prendan fuego todo

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Era buscada desde el sábado.
Apareció asesinada el jueves.
Tenía 14 años.

El caso de Florencia Romano conmocionó a la provincia de Mendoza. Pero la indignación se extendió a lo largo y a lo ancho de todo el país. Como sucede con cada uno de los femicidios y travesticidios que inundan las redes a diario, la noticia de la desaparición y posterior asesinato de Florencia no nos deja indiferentes.

Una vez más, nos hallamos frente a un femicidio que podría haberse evitado. La masiva movilización en Mendoza exigiendo justicia por la joven de 14 años así se lo hizo saber a todo el país y a sus autoridades. Porque la seguidilla de hechos irresponsables por parte del Estado y sus instituciones decantó en un estallido de bronca que finalizó, el viernes 18 de diciembre y luego de haber realizado un corte de ruta previamente para que se inicie la búsqueda de Florencia, con el incendio de la Legislatura de la ciudad, dejando al descubierto la desidia en la que se encuentra la provincia en materia de políticas de género. A partir de lo cual, las autoridades de Mendoza, luego de ser descubierto el cuerpo y del masivo pedido de justicia, debieron reconocer haber fallado en la prevención de la desaparición de Florencia y su posterior asesinato.

El Estado falló. Pero no fue por un leve descuido. No fue por accidente. En la provincia de Mendoza existe una política pública que desatiende una problemática cada vez más grave y en franco crecimiento. Por un lado, el gobierno destina mayor presupuesto al arreglo de edificios públicos que a género y diversidad, en un estimado de 55 millones contra 40. Pero por otro lado, además, la fuerza policial, que carece de formación en materia de género, desestimó no sólo la denuncia del padre sino también un llamado al 911 que podría haber salvado a Florencia, corolando su inoperancia al responsabilizar, a través de su máxima autoridad, el jefe de policía Munives, a los propios padres por la desaparición de la joven.

El caso de Florencia se suma, tristemente, a la enorme cantidad de casos sucedidos en estos días de mujeres asesinadas. Las estadísticas nos dicen que este año sólo los femicidios alcanzaron a 225 víctimas, aunque la cifra podría ser considerablemente mayor. Una mujer es asesinada cada 36 horas sólo por el hecho de ser mujer. Y los casos de violencia que no terminan en muerte son abismalmente superiores. El acoso, la violencia física y las violaciones abundan.

Abunda la violencia contra las mujeres. Abunda y se traduce en un problema estructural que trasciende las fronteras provinciales y se extiende a lo largo de todo el país. El Estado mira para el costado. Los medios responsabilizan a las víctimas. La educación sexual integral, clave para prevenir estos crímenes de odio contra la mujer y otras identidades, no se aplica de manera efectiva en nuestro territorio. Y, así, el hartazgo del pueblo frente a la inacción del Estado se hace escuchar en actos de justicia como el que vimos en la Legislatura mendocina.

Pero el fuego, por más indignación que le genere a algunos al arder sobre edificios públicos, en un acto poético y también político, seguirá ardiendo. Por Florencia, una piba que apenas había comenzado a vivir, y por todas las que nos faltan. Decimos seguirá ardiendo. Y arderá hasta convertir en cenizas la cultura de la violación y el descarte que se llevó a Florencia y a tantas otras.

¡Ni una menos!