“¿Sabés que a mí me pasó lo mismo?”

Entrevistamos a una de las egresadas que denunciaron la violencia machista en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

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Se paró frente al micrófono, sobre el estrado, con el papel en la mano. Delante estaban sus compañeros y compañeras con quienes había cursado el secundario, sus madres y padres, sus familias, los docentes. Detrás estaban las enormes columnas del Aula Magna, las autoridades del Colegio, jefes de Departamento. Por un instante dudó. Le vinieron a la mente las dos semanas que habían estado preparando ese momento. Pensó en el entusiasmo con que todas lo habían planificado. Tomó fuerzas. “Bueno, ya está, es ahora”, se dijo a sí misma. Y entonces arrancó.

En ese discurso, Ema y sus compañeres denunciaron a partir de su propia experiencia la violencia machista en su Colegio Nacional de Buenos Aires, por donde habían pasado seis o siete años de su vida. Algunas leían. El resto pasó al frente para sostener sus carteles. El discurso se viralizó. El Rectorado debió tomar cartas en el asunto.

Días después Ema Graña viajó al Encuentro de Mujeres en Trelew. Es actriz y quiere estudiar en la Universidad Nacional de Arte. A la vuelta conversó con Vamos!, sobre su experiencia allí y sobre los motivos que las impulsaron a no callarse.

–Venís de participar del Encuentro de Mujeres, ¿qué te pareció?

–Yo, en lo personal fue mi primer Encuentro. Así que la verdad que fue alucinante. Yo fui con la idea de ir a un taller que me enseñara o que me cambiara la perspectiva sobre algunas cosas, quería como algo que me revolucionara a nivel de contenido… Y lo que me terminó pasando es que lo que más me movió, más allá de los talleres particulares, fue ver la organización. Llegar ahí y ver una ciudad que está plagada de mujeres, que van para distintas direcciones, y movernos en un grupo de 250 personas, que los micros, que la comida, que la escuela, toda esta cooperación. Creo que eso es lo que más me enseñó. Como que siento que es el único movimiento que tiene ese nivel de organización para plantarse. Era todo como en ambiente de debate y en todos lados, como replantearse cosas, sentarse y escuchar a gente. Y era un ambiente super ameno y que no se parece a nada de lo que podías haber visto.

–¿Pudiste hablar sobre las cuestiones que denunciaron en tu colegio?

–Pasó mucho que se dieron espacios de debate para charlar sobre lo que pasó. Gente se nos acercó. “Qué bueno lo que hicieron”, nos reconocieron. Nos pasa mucho desde que dimos el discurso en general y en el Encuentro también. Se nos acerca y nos cuentan que viven situaciones muy similares. Y mucha gente también nos expresó: “yo no me había dado cuenta de la cantidad de abusos que viví en el colegio y el ambiente hostil en el que estaba hasta que las escuché hablar y me sentí totalmente identificada”. Y también se dio mucho el lugar al debate sobre cómo seguir a partir de ahora. Fue muy rico en ese sentido.

–¿Cómo se formó el grupo de mujeres y disidencias que preparó el discurso?

–Fue bastante espontaneo la verdad. Yo te hablo desde mi caso particular. Cuando nos llegó esa invitación para la entrega de diplomas, hace tan poco tiempo, después de haber salido del colegio, fue como que nos pusimos a hablar que no teníamos más ganas de volver, ponernos un vestido, los tacos y sonreír. Y también estuvo pasando en la gente de nuestra generación que se dan mucho los escraches en las redes sociales. Gente que cuenta este chico fue mi novio por tantos años tuvimos una relación abusiva por tal o tal motivo. Porque es como la herramienta, que algunos cuestionan si es la mejor herramienta o no, pero bueno es la herramienta al alcance de los estudiantes para de alguna manera blanquear estas situaciones. Y nosotras pensábamos: qué ironía, cómo pasa eso entre los estudiantes pero estas autoridades estaban totalmente impunes. Y vemos que ellos no sólo aceptaron y fueron testigos de todos esos abusos que nosotras vivíamos sino que eran los que daban el ejemplo para hacer esas cosas. Con mis amigas nos pusimos a charlar, en chiste en realidad. Porque a una la mamá le dijo: “Comprate un vestido para la entrega de diplomas”. Y ella dijo: “No, me voy a poner una remera que diga una frase sobre la complicidad y la misoginia de las autoridades”. Y empezamos a joder y dijimos “bueno, hagamos una bandera”. “Bueno, hagamos unos carteles.” Después nos dimos cuenta que teníamos tantas cosas para decir que era como imposible resumirlo en un cartel. Dijimos “bueno, hagamos una intervención”. Y ahí dijimos “digámosle a todas las chicas del turno de la promoción”. E hicimos un grupo grande y empezamos a hacer reuniones. Y lo que nos pasó en el medio es que nos dimos cuenta que muchos grupos de amigas aislados habían tenido una idea más o menos parecida, aunque no hubieran hablado con nosotras. Tenían como la misma sensación de haberse ido con una fea sensación en el pecho. Y no querer volver y sonreírle a toda esa gente sino como hacer algo. Porque ahora estamos militando esta cuestión de no callarnos y de desnaturalizar y visibilizar algunas cuestiones de violencia que antes todos aceptábamos. Entonces era la oportunidad perfecta. Pero fue muy espontánea. Fue dos semanas antes de la entrega de diplomas. Nos sentamos, hacemos algo, pero como había mucha voluntad salió bien. Nos pusimos de acuerdo en una serie de pautas que queríamos, que estuvieran en el discurso y lo fuimos escribiendo y quedó como quedó.

–Cuando terminaron el discurso en la entrega de diplomas, se abrazaron, se emocionaron, algunas contuvieron las lágrimas. ¿Por qué?

–Yo personalmente no contuve nada. Yo lloré muchísimo. La realidad es que hay una cuestión como de resignificación del espacio que es muy fuerte, en el sentido en que nosotras llegamos y ya la figura del Colegio Nacional de Buenos Aires impone desde cero esta relación distante con los docentes, de que ellos están parados en una tarima dos escalones arriba y sentados en un trono de madera. Obviamente, no todos porque no son todos iguales. Y también es estar tantos años callada… Porque nos pasó mucho que, cuando nos juntamos a hacer el discurso, descubrimos que si teníamos una situación con un docente en particular o una autoridad en particular, una en el momento creía que era la única y que era su culpa. Como que me hizo ese comentario y me mira de esa manera por cómo me vestí, o que mi escote no corresponde para ir al colegio. Como que creíamos que era nuestra culpa y no lo hablábamos entre nosotras por una cuestión de vergüenza o de naturalizarlo. Y después, juntarnos un año y medio después, pibas que capaz no son tus amigas, que no necesariamente tenés muchas cosas en común y que te digan: “¿sabés que a mí me pasó lo mismo?”. Y que seamos tantas que nos pasaba lo mismo y poder hablarlo y decirlo en voz alta. Y darse cuenta que la que tiene el problema no es una por ponerse un escote o por ejercer libremente su sexualidad sino el problema es la naturalización de la misoginia. Y la naturalización es muy fuerte. Y entonces es como un significado totalmente distinto y tiene una carga como cambiarle el sentido a la historia. Creo que en eso se condensaba mucho la emoción. De poder, después de tantos años, de sufrir y de quedarse calladas, ir y decírselo en la cara con un micrófono en un aula que no pueden mirar para otro lado, como hicieron durante todos estos años. Era como eso, una descarga de tristeza, de alegría, de emoción, de todo junto.

–¿Conocían los antecedentes del caso Blumbenfarb?

–No, sinceramente no. Nosotras fuimos con lo que teníamos, con nuestras vivencias de las chicas que escribimos el discurso. Y apenas se empezó a viralizar aparecieron un montón de casos, tanto de Blumenfarb como de los otros docentes que nombramos. Como otros que no nombramos pero son del Nacional. Incluso ha pasado que el ILSE hizo un pañuelazo y sacaron un comunicado, también nombrando con nombre y apellido profesores, también misógenos o acosadores. Nosotras creemos que en alguna medida tiene que ver con nuestra movida. También pasó en el colegio de Vélez. Se nos acercan de un montón de lugares como diciéndonos: “esto es exactamente lo que me pasa a mí”. Y realmente no sorprende porque son docentes que tienen mucha trayectoria en la educación. Entonces no es que se ensañaron con una persona o tenían una situación dudosa con una persona, sino que son así. Lo hacen repetidamente. No nos llamó para nada la atención descubrir que muchos de estos docentes tenían antecedentes, situaciones anteriores no agradables, digamos. No creemos que sean situaciones aisladas, se confundió, hizo un comentario inapropiado y ya está, sino que es un modus operandi.

–Te tocó arrancar el discurso, ¿cómo fue ese momento?

–Primero estuvo el acting que hacen en la ceremonia: nos hacen ponernos a todos de pie, recibimos a las banderas y después recibimos a los honorables jefes de Departamento que están detrás de las chicas, en una super mesa como larguísima donde están todos los jefes de Departamento sentados así, en sus tronos de madera. Y con todo ese acting de autoridad y demás nos acobardamos un poco. Pero a mí en lo personal… primero subí nerviosa por una cuestión normal… pero soy actriz así que dije: “bueno, ya está, llegamos hasta acá, es el momento”. Y empecé a pensar cómo esas semanas anteriores estaba con tantas ansias y que creía que era algo necesario. Y que si no estuviéramos todas tan entusiasmadas sería porque no estábamos haciendo lo correcto. Las primeras frases son así como de manual y cuando llamo a las compañeras y se pararon todas ahí y las vi a todas plantadas con el pañuelo verde y con los carteles, dije “ya no soy yo, todo lo que hagamos a partir de ahora es un grupo”. Es como que vi a toda esa gente parada y dije realmente esto que estamos haciendo está bien y es el momento. Me sentí super apoyada y que realmente necesitábamos hacer lo que hicimos.

–¿Sentís que estuvieron también alentadas por la marea verde?

–Definitivamente. Desde la construcción del grupo, muchísimo. Por esta cuestión de dejar de lado la competencia entre mujeres, que se supone que es biológica, que las mujeres siempre competimos entre nosotras, que está muy instaurado en la cultura, sobre todo cuando sos adolescente. El feminismo te enseña que es mentira eso. Te incita a unirte con la gente. Y eso está muy incitado por la marea verde. Saber que hay ciertas personas con las que quizás no estés de acuerdo con ciertas cosas pero sabés que vas para el mismo lado. Eso a nosotras nos ahorró muchísimas discusiones en el grupo, no perder el eje sabiendo que estamos todas para el mismo lado.

–Mencionaron la cuestión de la educación sexual, ¿cómo venía siendo en tu colegio?

–Creemos que realmente la educación es la columna vertebral de la sociedad y claramente muchísimo de la cultura de la violación, del machismo y de la misoginia está relacionada con una falta total de educación sexual en el sentido más amplio de la palabra. En el Colegio particular hay un sólo año en el que se dicta Educación para la Salud y ahí dentro hay un taller específico de educación sexual que es un taller de una tarde, 4 horas. Vas y te lo da un hombre que pone unos Power Points en la compu y salís del taller. Te habla de profilácticos y de métodos de cuidados y de la cantidad de maneras distintas en que podés quedar embarazada. Y salís con una lista así de enfermedades de transmisión sexual que te podés contagiar. Como super distante y no se habla de consentimiento, por ejemplo. Uno dice: “qué básico, ¿no?” Sobre todo en el ámbito de la secundaria, que es un lugar que, aunque las escuelas quieran desentenderse, se desarrolla la sexualidad. Porque uno entra siendo un niño y sale siendo un adulto. En el medio hay que hacerse cargo de que están formando no sólo sujetos sociales y políticos sino gente que va a desarrollar su sexualidad y que se va a definir como individuo para decidir quién va a ser. Los métodos anticonceptivos, como muy moderno te hablan del preservativo femenino. Pero no te hablan de cuidados entre parejas o relaciones sexuales no heterosexuales. Claramente abarca un montón de gente. Por eso hablamos de mujeres y disidencias también. Después, la educación sexual es formación humana. Es indispensable. Y creo que en este momento la mayoría de los colegios del país están muy pobres en ese sentido. Es fundamental para el bien de la sociedad militar la educación sexual integral en todos los ámbitos.

–¿Cómo se proponen seguir?

–Los casos particulares decidimos dejarlos en manos del Rectorado, que son los que han decidido tomar cartas en el asunto, hasta ver si lo manejan de una manera pertinente. Si se dan las sanciones correspondientes nos parece bien. Tampoco hacemos una cuestión punitivista necesariamente con las ocho personas mencionadas en el discurso. Y con lo general, ahora estamos trabajando mucho con la cantidad de propuestas que nos han llegado. Y más allá de las charlas, seminarios, círculos de debate, nos parece fundamental crear un espacio. En este momento solamente tenemos las plataformas virtuales, donde recibimos muchísimas denuncias. Queremos crear un espacio para que la gente se sienta segura para acudir a nosotras y denunciar en el caso que estén viviendo situaciones similares en el colegio. Porque yo creo que si nosotras en su momento hubiéramos tenido un espacio de esta índole para denunciar estas cosas hubiera sido muy distinto. Hubiera sido otra historia. En ese momento, y sigue pasando en la mayoría de los colegios y los ámbitos educativos, el lugar a que una como estudiante menor de edad puede acudir para denunciar estas cosas muchas veces son con las mismas personas que ejercen estas violencias, o amigos o empleados de. Si tenés que denunciar a su jefe es muy complicado y hay como un conflicto de intereses. Y entonces para nosotras es muy importante crear el espacio e incitar a que se creen más espacios. Y también incitar a la gente a que lo haga por sus propios medios. Ya estamos viendo que hay varios colegios que están decidiendo hablar y hay mucha gente que se nos acerca. Nuestra idea en un principio es brindarles apoyo. Porque cuando una cree que el problema es sólo suyo, tiene miedo, no habla, se la banca, lo pasa mal. Pero cuando ves, te empezás a comunicar con el resto y te unís, toma muchísima fuerza. Y ahí te das cuenta que con fuerza se le puede hacer frente a las cosas. Aunque sean complicada, cuanto más fuerza tome el reclamo y cuanto más se visibilice, una más se da cuenta de la magnitud que tiene y de la fuerza que puede cobrar. Ese es un poco nuestro objetivo. Militar para crear y ampliar los espacios para que la gente se pueda sentir envalentonada y tomar nuestro reclamo y no callarse más.