La unidad del movimiento obrero: ¿qué unidad, cuándo, para qué?

La unidad es para los trabajadores/as una necesidad hondamente vital, puesto que sin ella no pueden hacer frente de manera efectiva a los voraces monopolios que lucran con su explotación, sus necesidades y su sufrimiento. Si quieren resistir el embate de las políticas neoliberales, imponerles sus reivindicaciones, y más aún, lograr cambios sustanciales en la vida de la sociedad, los trabajadores deben comenzar por unirse.

No hay duda de que la unidad de los trabajadores tiene una base objetiva: la comunidad de los intereses fundamentales de clase. El movimiento obrero argentino que precede largamente a la propia experiencia del peronismo con prácticas riquísimas y luchas heroicas desde finales del siglo XIX. Esa rápida retrospectiva histórica tiene un salto mediados del siglo XX —con lo que significó la irrupción del peronismo en ese ámbito— quien se nutrió también de la experiencia y dirigentes que lo precedieron y que ofrece numerosos ejemplos de unidad, sin embargo, existe una serie de factores internos y externos, provocados por el enemigo de clase, que ofrece numerosos ejemplos de divisiones entre distintos sectores gremiales en todos sus niveles, incluso en sus representaciones confederales, por lo que no es fácil concretarla. Todos los argumentos pueden estar a favor de esa unidad, los trabajadores pueden clamar por ella, y, sin embargo, no cristalizarse por la labor de confusión que desarrolla el enemigo de clase.

Se comprende que uno de los objetivos fundamentales del macrismo fue mantener dividido al movimiento obrero, han desplegado todos los recursos en ese sentido, y sus agentes han hecho alarde de habilidad. Los esfuerzos por dividir han crecido, aunque ello no pudo impedir que crezca también la resistencia de los trabajadores a dejarse embaucar, pero predominó la sangría con los cientos de miles de despidos y destrucción de la pequeña y media industria.

Esto no pudo ser posible sin la complicidad de los jerarcas sindicales cabeza de la CGT que no solo acompañaron “dando gobernabilidad”, sino que mantienen una de las divisiones principales en el movimiento obrero basado en la precarización, fundamentalmente en la mano de obra contratada y monotributista. Esta modalidad no solo le favorece a las patronales, sino a la propia división dentro de los gremios. Para determinar la sinceridad de los dirigentes que actúan en el movimiento sindical, en relación a la lucha por los intereses de la clase obrera, no solo debe analizarse su posición frente a la situación en que se hallan los trabajadores y los programas que levantan para resolver dicha situación, sino fundamentalmente, su posición frente a la unidad sindical, que es la forma concreta y eficaz en que la clase obrera puede enfrentar la actual política económica.

¿Es posible mantener y fortalecer la unidad sindical en la acción? ¿Es posible incluso el avance hacia la unidad orgánica del movimiento sindical?

Es cierto que estructurarla no será fácil, pues no solo equivaldría a superar un conjunto de posiciones encontradas, exclusivismos, discriminaciones, sectarismos, prácticas inadecuadas, sino también y principalmente, dar un tratamiento a los dirigentes traidores que han entregado a los trabajadores/as durante décadas. Serán necesarias muchas experiencias comunes y prolongadas luchas compartidas, en las que los trabajadores irán diferenciando a los enemigos y a los partidarios de la unidad, desplazando a los primeros y sosteniendo a los segundos.

Con ser los tiempos que corren propicios para una rápida experiencia, la unidad orgánica, no se concretara de la noche a la mañana, y es claro que la clase obrera no puede esperarla para solucionar sus problemas más apremiantes. Cuestiones como los bajos salarios, la pavorosa desocupación, exigen urgentes medidas de resistencia y lucha común, y es por eso que, sin esperar la concreción de la unidad orgánica, los trabajadores de distintos nucleamientos sindicales, establecen acuerdos de lucha coincidentes y lo llevan a la práctica. Esto es la unidad en la acción.

Podría definírsela como una conjunción de fuerzas no estructuradas todavía orgánicamente, pero si establecidas por acuerdo de sectores y dirigidas por un órgano coordinador circunstancial, con el fin de trabajar por un objetivo común e inmediato.

El camino de la unidad es el de la promoción de las nuevas camadas dirigentes y el de la democracia sindical.

En los años del kirchnerismo creció una generación nueva de militantes sindicales y también de militantes políticos. Esta generación que hoy ocupa lugares relevantes en las Comisiones Internas y los Cuerpos de Delegados y necesita un nivel de representación dirigencial acorde a su peso específico. Por eso la gran batalla por la unidad del movimiento obrero no pasa por amontonarse, ni alrededor de las definiciones políticas que la unificación supone sino alrededor de la actitud frente a determinadas políticas del gobierno, las patronales y la democracia sindical. Para que la unidad no sea aplastamiento de lo diferente hacen falta nuevas camadas de dirigentes y hace falta democracia sindical. Hoy ganarles una elección a algunos dirigentes sindicales es más difícil que ser intendente o gobernador (para no decir presidente). Es un contexto que tiene explicación histórica y no puede interpretarse con el lente del prejuicio antiobrero, antisindical y antiperonista que prolifera en ciertos cenáculos. El predicamento peronista en la tradición obrera argentina no es el resultado de una cierta legislación sindical ni de una trama burocrática exitosa sino de una memoria política viva y que se reactivó intensamente en los últimos años. Pero eso no puede ser un argumento contra la democratización: ante todo porque hay muchos peronistas postergados por las prácticas burocráticas y también porque así usada la pertenencia política luce menos como un puesto de lucha que como una prebenda.

Unidad amplia y firmeza de principios.

¿Hasta qué grado debe extenderse la amplitud de la unidad? ¿Qué concesiones hay que hacer a los aliados, sean eventuales o permanentes? ¿deben abandonarse los principios ideológicos en aras de la unidad?

Somos partidarios de la unidad más amplia posible, es decir, de una unidad que nuclee a todos los trabajadores/as, cualquiera sea su manera de pensar. El objetivo de la unidad es lograr la victoria de la lucha por las reivindicaciones que se plantean, y para ello dichas diferencias no representan un obstáculo. La única obligación que impone la unidad es la condición y la defensa inclaudicable de las necesidades de la clase y honestidad.

Pero al mismo tiempo si queres que la unidad tenga solidez, la misma debe basarse en un cimiento programático claro. Si se lucha en general por el progreso del país y el bienestar de los trabajadores/as, debe establecerse claramente cuáles son las causas que traban dicho progreso e impiden dicho bienestar, para dirigir la lucha contra las causas y no solamente con los efectos. Y así desentrañar la dependencia respecto a los monopolios imperialistas, el sistema latifundista de la tierra, el dominio de la oligarquía financiera. Ello está en la conciencia general de los trabajadores, que exigen cambios estructurales. En aras de la unidad no pueden callarse estos principios, porque tal cosa restaría contenido a la unidad.

Amplitud unitaria y firmeza en lo programático no son contrarios que se excluyan, sino aspectos que tienen que complementarse para dar firme base a la unidad de los trabajadores. La amplitud implica postergar cualquier cuestión circunstancial secundaria que pueda obstaculizar el acercamiento. La firmeza de principios implica robustecer y elevar la conciencia de la clase obrera dotando de eficacia a la lucha por sus objetivos mediatos e inmediatos.

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