Las mujeres al frente en la Revolución de Mayo

Un 25 de Mayo para las mujeres

Por Valeria Pita. ¿Dónde estaban las mujeres en la revolución de Mayo? ¿Qué papeles ejercieron? ¿Cómo sus vidas se enlazaron a la revolución?

El tiempo pasa y estos interrogantes siguen resonando. Afortunadamente, varias décadas de historiografía feminista permiten recuperar la agencia histórica de las mujeres e invitan a reconsiderar desde otros puntos de mira ese pasado.

Las mujeres hemos estado en el pasado tanto como los varones. No hay historia sin mujeres. En las plazas, en las calles y en las casas, las mujeres vivieron sus días antes y después de que los miembros del Cabildo se reunieran y decidieran hacerse cargo del gobierno.

Ellas formaban parte de un mundo donde las maneras de pensar, de entender el gobierno, el amor, la maternidad y la paternidad eran radicalmente distintas a lo que conocemos. Ese era un mundo de lecturas colectivas en voz alta, de encuentros en las puertas de las iglesias, de juegos de apuestas y tragos compartidos en pulperías y almacenes, y de intensas tertulias donde escuchar podía ser tan importante como platicar. También era un tiempo de relaciones jerárquicas. Un mundo dividido entre personas libres y esclavas, propietarios y pobres, peninsulares y criollos. En síntesis, un mundo en el cual la libertad y la igualdad no tenían los sentidos compartidos de hoy.

En ese tiempo de relaciones sociales jerárquicas y desiguales, la crisis de 1810, movilizó no solo a un sector de varones letrados, con intereses en la administración del gobierno o en el comercio. Las mujeres también se implicaron, tomaron partido, enlazando sus destinos a la causa revolucionaria. Lo hicieron basándose en ideas de igualdad, pueblo, patria, libertad, soberanía, a las que le dieron sentidos específicos.

Algunas mujeres de la elite abrieron sus casas. En sus recepciones ya no solo se contaban las noticias de los periódicos europeos. Sus tertulias se convirtieron en ámbitos de discusión. Poco tiempo después se desprendieron de sus dotes para equipar a los ejércitos patrios. Quedar sin joyas ni dote significaba desprenderse de un reaseguro ante el abandono de esposos, la quiebra de sus negocios o la pérdida de bienes. Para esas mujeres, el ciclo revolucionario habría inaugurado debates e intercambios. Pero, sobre todo, abrió posibilidades para ejercer un dominio sobre sus vidas, un lugar social y un pasaporte político, en un tiempo en el cual las mujeres no gobernaban, no ejercían la Justicia, ni formaban parte de las empresas.

Los sentidos de la libertad, la igualdad, la soberanía, la tiranía o la patria fueron seguramente muy distintos para otras mujeres, quienes estaban inmersas en relaciones de dependencia y subordinación, como las esclavas, las indígenas, las trabajadoras pobres. Para ellas el clima revolucionario encarnó en expectativas de emancipación. En los años inmediatamente posteriores a las Jornadas de Mayo, las mujeres del campo popular actuaron como espías, participaron en la organización de redes de información, en acciones de protesta y de propagación de las ideas patriotas. También cocinaron, dieron de comer, asistieron a los heridos, y cuidaron campos, huertos, ganado.

Reconocer la variedad de acciones y experiencias en las que las mujeres participaron en el ciclo revolucionario es un ejercicio de desmitificación que implica desplazar tonos heroicos, excepcionales o románticos, para dar lugar a la escritura de una historia capaz de situar a las mujeres en la historia y, a la par, devolver la historia a las mujeres.

(*) Valeria Pita es doctora en Historia, investigadora del Instituto de Investigación de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. CONICET-UBA.


Mujeres protagonistas

Nadie las invitó al Cabildo Abierto del 22, cuando se depuso al virrey Cisneros. Arriesgaron su reputación el histórico día 25 y se apiñaron entre soldados patricios y vecinos reunidos frente al Cabildo.

Juana Azurduy, María Remedios del Valle, María Loreto Sánchez de Peón Frías, Juana Moro, Ana Riglos, Melchora Sarratea, Mariquita Sanchez de Thompson, María Guadalupe Cuenca y Casilda Igarzábal son solamente algunas de las tantas indispensables. Para pensar a las mujeres revolucionarias hay que ver los antecedentes, y compartimos la historia de tres de esas tantas mujeres invisibilizadas a lo largo de la historia.

María Remedios del Valle, la Madre de la Patria.

Nació en la capital del Virreinato del Rio de la Plata en 1766, inscripta en los registros parroquiales como «parda», según el sistema de castas colonial.

Durante la Revolución de Mayo de 1810 se incorporó al ejercito del Norte, junto a su esposo y sus 2 hijos, a quienes vió morir en batalla.


Juan Manuel Belgrano, a pesar de oponerse a la presencia de mujeres en sus tropas, la nombró Capitana de su ejercito, después de presenciar el vigor con el que María Remedios se infiltraba en las primeras lineas de batalla para ayudar, alentar y asistir a los soldados, quienes comenzaron a llamarla «La Madre de la Patria».

Participó de numerosas batallas, fue herida de bala, tomada como prisionera, y azotada públicamente. Peleó junto a Güemes, Arenales, y otros.

Una vez terminada la batalla, volvió a la ciudad de Bs As, donde se enfrentó al destino que ella, y muchas de sus compañeras, tuvieron que sobrellevar: sin reconocimiento, sin compensación económica, en la miseria absoluta, mendigando entre iglesias y las columnas del cabildo. 

Allí la encontró el Gral. Viamonte en 1827, quien reconoció a la Capitana y la ayudó a tramitar, con muchísima dificultad, la pensión correspondiente por su servicio a la Patria. 
Finalmente le es concedida por Rosas en 1835.

La Capitana cambió su nombre a Remedios Rosas, en gratitud al gobernador que la sacó de la miseria, y falleció a los 81 años, el 8 de noviembre de 1847. Fecha en la que hoy dia celebramos el día de lxs afroargentinxs en su honor.

Martina Céspedes

Eran las 7 hs. del 5 de julio de 1807 y los soldados ingleses avanzaban sobre la actual Humberto Primo en dirección a la iglesia Nuestra Señora de Belen, durante la marcha, los soldados irrumpían en las casas y los establecimientos abandonados, donde los vecinos se habían defendido con bravura del ataque invasor, en busca de alimentos y alcohol.

En su paso, se toparon con la pulpería de Martina Céspedes.
Martina y sus hijas abrieron las puertas de su establecimiento a los soldados sedientos de aguardiente, con la condición de que entraran de a uno para no violar la orden del virrey, negar atención a los invasores. 

Una vez a dentro, de a uno, cada soldado bebía hasta ver doble, y entonces, Martina y sus hijas ejecutaban con cuidado y valentía su patriótico plan: un buen golpe en la cabeza. 
Así los 12 soldados ingleses despertaron en el sótano, inmovilizados junto a los barriles de ginebra.

Cuando los ingleses firmaron la rendición, Martina se acercó al Virrey Liniers y le comentó del motín que atesoraba en su sótano. Agradecido el Virrey le otorgó a la heroína de San Telmo el cargo de Sargento Mayor del Ejercito, con goce de sueldo y uso de uniforme.

Los prisioneros fueron embarcados junto al resto de los invasores, a excepción de uno, que se quedó para casarse con la hija menor de la Sargenta.

Manuela Pedraza: La tucumanesa, heroína de la defensa

Los días 10, 11 y 12 de agosto de 1806 se combatía en las calles de Buenos Aires para reconquistar la ciudad que estaba usurpada por los ingleses. Todos participaban en la lucha, las mujeres con el mismo fervor que los hombres.

Peleó hombro a hombro junto a su marido, un militar que pertenecía a las fuerzas de Santiago de Liniers. Se insertó junto al Batallón de Patricios en medio del fuego de metralleta del Ejército de Inglaterra. En el segundo día de batalla un soldado inglés hiere y asesina a su esposo. La Tucumanesa lo persigue, lucha cuerpo a cuerpo, logra desarmarlo y lo atraviesa con una bayoneta. Luego mata a otro enemigo con el fusil que levanta de su marido muerto.

El hecho le valió el reconocimiento de las Fuerzas de Buenos Aires; fue distinguida con el grado del Alférez con goce de sueldo. Su participación fue considerada heroica, al nivel de ser reconocida por el Rey Carlos IV de España.

Se la ve reaparecer muchas veces, siempre aguerridamentede esforzada, entusiasmando con su palabra y con su acción,…incitando a los pusilánimes a levantarse contra los invasores o a los combatientes a luchar sin tregua.

Poco se sabe de Manuela Pedraza, ni siquiera sus fechas de nacimiento y muerte. Si sabemos que cayó en la miseria, arrendaba una modesta pieza, por falta de pago en dos oportunidades le iniciaron juicio por desalojo.

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