Coronavirus. Ahora es cuando.

#pandemiayconfusion

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Ilustración de Alberto Montts

El foco de la pandemia del coronavirus se va moviendo de oriente a occidente. China, donde apareció el primer caso de covid-19, parece estar controlando el virus. Europa por su parte, en particular Italia y España, vienen siendo el epicentro de la pandemia con miles de infectados y muertos.

Estados Unidos, que en las películas de Hollywood siempre salva al mundo, va en camino a consolidarse como el país con más infectados. Gobiernos como los de Inglaterra o Brasil, que subestimaron al virus e impulsaron la política de seguir con la vida normal, están reculando en chancletas tras los cacerolazos y el repudio popular. 

En nuestro país, producto de las acertadas medidas sanitarias, de aislamiento forzoso, con estímulos económicos tomadas por el gobierno, el número de infectados parece estable rondando los 100 por día y las muertes a causa del virus siguen en un porcentaje bajo, si bien aún estamos lejos del pico esperado de la pandemia.

En general, se puede observar que en aquellos países de corte neoliberal donde la salud, como otras políticas públicas, fue desfinanciada en los últimos años y que no actuaron a tiempo frete al Covid-19, es en donde más padece el pueblo los efectos del virus. En nuestro país el desfinanciamiento del sistema de salud en los años del macrismo, hace aún más difícil enfrentar al virus.  

Como era de esperar, con la cantidad de infectados y muertos, con las economías de varios países paralizadas y con gran parte de la población mundial aislada hace varios días, la gente se siente en una película apocalíptica. Todavía no salió Michetti a decirnos cuándo se verá la luz al final del túnel y eso genera intranquilidad, la gente se pregunta ¿cómo va a quedar todo cuando el virus pase? 

Como dice el dicho, “más dudas que filósofo en cuarentena” (?), algunos carteludos del área ya levantaron la mano para hablar del tema. Slavoj Žižek, rápido de reflejos, hasta sacó un libro. Lo llamativo de su análisis es que afirma que “el corona virus le ha dado un golpe de muerte a lo Kill Bill al capitalismo” y nos encaminamos a “una barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”. Al cruce le salió el surcoreano Byung-Chul Han: “Žižek se equivoca, el virus no vencerá al capitalismo”. Y pone como ejemplo a China que con la excusa de combatir el virus y hacer efectivo el aislamiento, multiplicó su control sobre la sociedad y la vigilancia digital. Concluye: “Tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. Somos nosotros, las personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir el capitalismo destructivo”. Estudios realizados por una universidad de Massachusetts indicarían que se podría tratar de un correctivo en la nuca a Žižek, pero con tintes filosóficos. 

De todas formas, este debate es interesante porque es el reflejo de la expectativa que gran parte del pueblo tiene con que este virus termine con el capitalismo más salvaje, por decirlo de algún modo. Se le atribuye al virus la capacidad de “afectar hasta al más poderoso”. Y es cierto, pero a escala global lxs más expuestos al contagio son quienes están obligadxs a salir a laburar, con o sin protección, o lxs que viven en la indigencia y no lxs multimillonarixs que “se aíslan” en sus mansiones.

Tampoco va a poder afrontar el contagio de la misma forma ni con las mismas herramientas el príncipe Carlos de Inglaterra que unx obrerx yanky que no puede acceder al sistema de privado de salud. Por eso esta expectativa, alentada por buena parte de los medios, es falsa. Porque el virus aparece en un mundo capitalista – imperialista, basado en la búsqueda de la máxima ganancia de unos pocos a costa del empobrecimiento de la mayoría del pueblo. Y mientras los resortes de las economías de las naciones estén en manos de unos pocos, lo esencial no cambiará. 

Por eso la pregunta central no es qué va a pasar después del virus sino qué realidad social expone esta pandemia y qué podemos hacer ahora.

Más allá de cualquier debate sobre lo que vendrá, el Covid-19 puso en evidencia las desigualdades del sistema, particularmente los modelos neoliberales que se centran en la especulación financiera y dejan áreas claves como salud, educación, energía y transporte en manos del mercado. Pone en evidencia también el egoísmo inescrupuloso de algunxs grandes empresarixs que, aún nadando en miles de millones de dólares, pretenden descargar los costos de esta crisis despidiendo trabajadorxs o reduciéndoles el sueldo. O los fondos de inversión, que manejan fortunas siderales y no le sacan la bota sobre la cabeza a países como Argentina. 

Sin embargo, toda crisis implica una oportunidad. Y nunca la Argentina ha tenido condiciones y argumentos tan favorables para suspender el pago e investigar la deuda externa, para estatizar los resortes claves de la economía y para, de una vez por todas, encarar un rumbo de industrialización independiente.

Por eso lo importante es qué desastres genera HOY este virus y qué decisiones políticas hay que tomar para que el pueblo no lo pague con miles de muertos. El presidente Alberto Fernández tomó en parte este aspecto y en la cumbre del G-20 pidió contemplación en el cobro de las deudas a los países emergentes y que se terminen los bloqueos económicos. Para el presidente, el virus nos da la oportunidad de ser una sociedad más solidaria. Pero más allá de las buenas intenciones, sabemos que en un sistema donde la ganancia de unxs pocxs se genera mediante la explotación de la mayoría del pueblo, la solidaridad tiene patas cortas. 

Si no cambiamos de mano ahora los resortes claves de nuestra economía, a la vuelta del virus el capitalismo va querer “recuperar lo perdido”.

Si no suspendemos el pago e investigamos la deuda ahora, más chances vamos a tener después de caer en un default inducido por una economía parada durante dos meses. Si no pasamos a un sistema público universal de salud, las prepagas van a seguir lucrando con la muerte. Si no estatizamos la banca y el comercio exterior, no vamos a poder frenar nunca a lxs especuladores. No va a haber higiene que valga cuando volvamos a ser miles viajando hacinados en trenes, colectivos y subtes para no llegar tarde al laburo y no perder el día o el presentismo.

El momento es ahora. El debate sobre qué pasará con el mundo después del virus nos mantiene en una actitud pasiva, a la expectativa. Por eso la cuestión es qué realidad expone y qué condiciones genera HOY la pandemia del Covid-19 para llevar adelante los tan postergados cambios de fondo. Ahora es cuando.