La política del gobierno desembocó en un nuevo salto devaluatorio, más recesión y la inflación más alta de los últimos 27 años. Esto no se debe a que “pasaron cosas” impredecibles, como se justificó el presidente Macri enumerando la sequía, el aumento de las tasas en EEUU y algún otro factor externo. En realidad, es una consecuencia lógica del propio plan económico de endeudamiento externo, apertura indiscriminada de importaciones, liberalización de la entrada y salida de capitales para alimentar la bicicleta financiera, y fuga de capitales.
De mal en peor, la “solución” del gobierno fue acudir al FMI y aferrarse a su plan de ajuste que acordó. Profundizan así su política de recesión, mayor endeudamiento externo, altas tasas de interés, ajuste fiscal y reducción del salario real, golpeando aún más a los sectores populares y a la actividad industrial. Todo este combo llevó a que 2018 sea uno de los peores años para a economía nacional y los bolsillos populares.
Con el cierre del año se confirmó el derrumbe de la actividad industrial y la construcción, provocando más pérdida de puestos de trabajo. La inflación –del 48% según el INDEC– supera por mucho los aumentos de los salarios, las jubilaciones y la AUH; y es más alta aún para los sectores sumergidos en la pobreza y la indigencia. La caída del consumo y del PBI provocó además una caída de la recaudación fiscal.
Como una burla macabra, el FMI felicitó al gobierno porque logró cierta estabilidad en el tipo de cambio, a fuerza de recesión, mayor endeudamiento y altas tasas de interés para alimentar especulación financiera. Y para este año, se espera una nueva contracción de la economía –de un 1,7% según el propio FMI– y una inflación superior al 30%. El gobierno garantiza jugosas ganancias a terratenientes, monopolios y bancos. Pero el pueblo seguirá sufriendo las consecuencias… mientras siga este gobierno.










