Al cierre de esta edición de Vamos!, el referéndum organizado por los imperialistas rusos y sus socios en Crimea el domingo 16/3 daba el resultado sabido de antemano: triunfó abrumadoramente el voto favorable a la “independencia” respecto de Ucrania de esa península estratégica del Mar Negro y su anexión a Rusia. Un referéndum realizado con miles de soldados rusos ya ocupando la región de Crimea, que incluso ya atacaron a un puesto fronterizo con soldados ucranianos.
Toda la evolución anterior convierte la cuestión de Crimea en un “caso de guerra”. Las grandes potencias imperialistas que conforman el Grupo de los 7 (G7) —Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido— anunciaron que no reconocerían ese resultado y suspenderían los preparativos para la cumbre del G8 (los mismos más Rusia) en la ciudad rusa de Sochi, y amenazaron a Moscú con “sanciones” (congelamiento de activos, y otras). El yanqui Obama clamó en términos parecidos al reunirse con el primer ministro interino de Ucrania, Arseni Yatseniuk.
Movimientos militares estratégicos
La OTAN agregó a eso una propuesta a Georgia (la república del Cáucaso independizada, como Ucrania, de la ex URSS en los ’90) para acelerar su ingreso a la alianza atlántica. Los capos de Moscú —que hace tiempo siguen con atención los movimientos de los yanquis y sus aliados para cercar a Rusia— calificaron de “arriesgadas” las maniobras militares llevadas a cabo el miércoles 12 en el sur y el este de Ucrania, precisamente las regiones donde la minoría rusa hizo grandes protestas contra el proeuropeo Arseni Yatseniuk.
La respuesta del ruso Vladimir Putin duplicó la apuesta. Mientras la alemana Angela Merkel rechazaba una resolución militar de la crisis por Crimea, Putin no sólo advirtió en tono amenazador que “las sanciones provocarían un daño a ambas partes”, sino que anunció el inicio de maniobras militares en la aliada Bielorrusia —sobre la propia frontera con Ucrania—, de las que participarían unos 10.000 efectivos del ejército ruso apoyados por aviones y vehículos blindados, más otras maniobras de “entrenamiento” con aviones de combate de la Armada rusa en el Mediterráneo. La armada yanqui, por su parte, envió al Mar Negro un buque destructor con misiles guiados, alegando que el despliegue ya estaba programado antes de la crisis de Crimea.
El movimiento popular que creció en Ucrania en los últimos meses aspiraba a democratizar el régimen político, convertido por Yanukóvich en una dictadura subordinada al imperialismo ruso. Pero sobre ese movimiento se montaron fuerzas vinculadas a potencias imperialistas de Europa (especialmente a Alemania y Francia) que incentivaron la caída de Yanukóvich a favor de sus intereses. Los rusos y sus aliados, desplazados en Kíev, jugaron sus posiciones en Crimea para escindirla de Ucrania, anexarla a Rusia y conservar allí su estratégica base naval de Sebastópol. No por nada el canciller ruso Lávrov equiparó los objetivos imperialistas de Rusia con los del imperialismo inglés afirmando cínicamente que “Crimea significa más para Rusia que las Islas Malvinas para Gran Bretaña”.
Pese a las aspiraciones democráticas de las mayorías populares de Ucrania, la injerencia y la disputa de las potencias imperialistas por Crimea podría arrastrar al país (y a otros de la región) a la partición territorial y a la guerra civil en aras de intereses ajenos a sus pueblos.