Mayo de 1969 marcó un antes y un después para la dictadura de Onganía. El Cordobazo del día 29 fue el punto más alto de una serie de luchas y puebladas obreras, estudiantiles y populares que echaron por tierra las pretensiones de las clases dominantes de terminar con la crisis de hegemonía abierta desde 1955 y afianzar un orden basado en la concentración del capital, la entrega al imperialismo y el sometimiento obrero y popular. Y la ciudad de Rosario fue otra de las tumbas de ese proyecto.
La universidad rosarina estaba intervenida desde el ‘66 y lxs estudiantes habían sido uno de los puntales del enfrentamiento a la dictadura desde el inicio, encabezados por la Federación Universitaria Argentina. Y si bien hacia 1967 el onganiato había logrado estabilizarse momentáneamente, la ruptura de la CGT y la conformación de la CGT de los Argentinos al año siguiente mostraron el inicio de la reactivación popular.
En esas condiciones, el 15 de mayo del ‘69 los estudiantes correntinos salieron a la lucha contra la privatización y el aumento de los tickets del comedor universitario: haciendo un correntinazo. La activa militancia estudiantil hizo que en Corrientes se organicen para protestar en rechazo de la medida que había contado con el visto bueno del rector Carlos Walker y estudiantes y trabajadores se manifestaban en el centro correntino. La movilización planeaba llegar hasta la sede del Rectorado por calle 25 de Mayo, sin embargo un fuerte operativo policial reprimió a la multitud con gases lacrimógenos y balas de goma y plomo cerca del mediodía.
La represión se convirtió en una cacería por las calles de la ciudad. Estudiantes y trabajadores lograron refugiarse en la sede de la logró refugiarse en la sede de la CGT y en las casas de algunxs vecinxs que abrieron sus puertas.
Un grupo importante logró reorganizarse en la plaza Cabral cerca de las 2 de la tarde. La represión no amainaba pese al paso de las horas y sobre la calle San Lorenzo desde un automóvil ocupado por policías dispararon hacia la plaza, hiriendo de muerte a Juan José Cabral con una bala en su pecho. Juan José Cabral era estudiante de Medicina de 24 años y oriundo de Paso de los Libres.
En Rosario la agitación obligó al rector a cerrar la Universidad para intentar neutralizarla. Lejos de eso, el 16 y el 17 los estudiantes organizaron una serie de movilizaciones y actos relámpago.
El 16 de mayo de 1969, obrerxs y estudiantes se unían en protesta contra el avasallamiento de sus conquistas y derechos, y las políticas de flexibilización y ajuste económico de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía. En una de estas acciones la policía persiguió y acorraló a un grupo en la Galería Melipal, donde fue asesinado a sangre fría Adolfo Bello.
Cínicamente, con varios estudiantes muertos en su haber, la dictadura culpaba de la violencia a “elementos de extrema izquierda”. Por el contrario, una asamblea estudiantil resolvía “repudiar la violenta agresión policial con la que la dictadura de los monopolios responde a las exigencias de los estudiantes y el pueblo argentino” y llamaba a “coordinar acciones que posibiliten canalizar en forma masiva el repudio del pueblo”, y la FUA resolvía un paro estudiantil nacional para el 20 de mayo. También la CGT de los Argentinos (CGTA) de Rosario, encabezada por Héctor Quagliaro, declaró estado de alerta y la solidaridad con los estudiantes.
El 21 de mayo, más de cuatro mil estudiantes universitarios, junto a los secundarios y la CGTA llevaron adelante una “Marcha de Silencio” en Rosario. En palabras de Miguel Rubinich, en ese momento dirigente del recientemente constituido PCR tras la ruptura con el PC revisionista: “En esa marcha los estudiantes partieron de las distintas facultades, encolumnados marcharon hacia el centro de la ciudad y fueron nuevamente reprimidos por la policía. Pero los estudiantes, dirigidos por sus cuerpos de delegados, avanzaron y enfrentaron esa represión al punto tal que la policía debió replegarse” (*).
Efectivamente, la dictadura desplegó fuerzas de infantería, caballería y vehículos blindados para impedir la movilización, lo que desató una verdadera batalla campal en Rosario. Durante varias horas, lxs estudiantxs y obrerxs, apoyados por el pueblo de la ciudad, levantaron barricadas, prendieron hogueras y enfrentaron la represión, ocupando el rectorado de la universidad y la radio.
En ese marco, la represión se cobró la vida del estudiante secundario y aprendiz de obrero metalúrgico Luis Norberto Blanco, de tan solo 15 años. La barbarie policial fue tal que incluso reprimieron al médico que intentó asistirlo. Quedaron 89 detenidos.
Al día siguiente Rosario fue declarada zona de emergencia, poniéndola directamente bajo jurisdicción militar, a cargo del general Roberto Fonseca. Aun así, un plenario de 38 sindicatos de ambas CGT (Paseo Colón y Azopardo) dispuso una huelga de repudio y más de siete mil personas marcharon más de ochenta cuadras acompañando el féretro de Blanco. También adhirieron treinta y un sacerdotes tercermundistas con una declaración, y, en el entierro, el párroco Federico Parenti expresó: “que esta sangre vertida, que esta sangre que llega al cielo, no sea en vano, que ella lleve la liberación que ansiamos, el instante de justicia que está reclamando el mundo, Dios dio su sangre por la liberación del hombre, para que el hombre se despoje de su esclavitud”.
Los sucesos de Rosario, junto a las luchas y puebladas en Corrientes, Salta, Tucumán y su culminación en el Cordobazo, sacaron a la luz el odio antidictatorial que anidaba en las masas, atizado por la saña asesina de la guardia pretoriana de las clases dominantes. Pero, a su vez, la gran combatividad demostrada en las calles, el enfrentamiento a la violencia del régimen con la violencia popular, la unidad obrero-estudiantil forjada, abrieron un período de gran ascenso de la lucha popular, democrática, antiimperialista y revolucionaria en la Argentina.
(*) Miguel Rubinich, “Apuntes: Sobre la historia del Regional Santa Fe. PCR”, 2011.