Hace años se viene reclamando una ley que proteja los humedales del país. Estos ecosistemas son reservorios de biodiversidad y ecosistemas capaces de absorber dióxido de carbono de la atmósfera. La semana pasada, decenas de organizaciones acompañaron la presentación en el Congreso de la Nación de un petitorio que exige el tratamiento del proyecto “dormido” en la Comisión de Agricultura, antes de que pierda estado parlamentario. Entrevistamos a Andrés Mesanich, integrante de la Multisectorial por los Humedales, que participó de la memorable travesía en kayaks desde Santa Fe hasta Plaza de Mayo.
– ¿Qué plantea el proyecto de Ley de Humedales?
AM: La ley de Humedales en lo principal plantea un ordenamiento territorial. Lo que eso significa es que se permite el desarrollo de actividades productivas. Siempre fue la perspectiva con la cual se elaboró el proyecto de ley que actualmente está en la Cámara de Diputados. Contempla que en la isla vive gente, y que esa gente desarrolla actividades productivas. Nunca fue una mirada «preservacionista» de no tocar nada porque eso deja afuera a un montón de comunidades que ya viven ahí. Pero el límite está en que ese uso productivo sea un uso de equilibrio con el ecosistema. Ahí se marca la diferencia con la industria de alimentación en gran escala.
Por eso cabezas de ganado puede haber, el problema es cuando los productores con toda esta cuestión de la sojización en el continente trasladan todas estas cabezas de ganado a la isla y llevan una cantidad que no es sustentable. Se rompe totalmente el equilibrio. Los incendios son otro ejemplo de eso. Hay prácticas tradicionales de quemar los pastizales, que existe desde siempre; el problema es que se hizo a una escala tremenda, sumado con la complejidad de la bajante histórica, la sequía… todo eso hizo que todo se desmadre.
Después, lo interesante que hay en torno a la ley de humedales es que además de discutir al lobby sojero y del agronegocio, también hay intereses inmobiliarios, un lobby inmobiliario, y también está el minero, porque las Salinas Grandes en Jujuy es considerado humedal y abajo hay líquido. Entonces la minería también está atrás del freno a la ley de humedales. Confluyen muchos lobbys de los que básicamente dirigen la batuta en Argentina. Por eso es una ley medular, el debate que se da, político-ideológico, es muy crucial, es estructural. Por eso nosotros insistimos… Proyectos de ley hubo varios, fueron cajoneados durante varios años, creo que el primero es de 2006, 2007… Vamos a ver qué pasa, la idea es que no pierda estado parlamentario. Si no sale ahora, creo que tiene hasta septiembre o hasta fin de año, y ya cae por dos años, si no sale. Así que en eso estamos.
– Por eso la Multisectorial por los Humedales convoca a todos los sectores a apoyarla, ¿no? Por eso vinieron al Congreso…
AM: Claro, exactamente. Es un poco tratar de interpelar a la ciudadanía por un lado y exponer la situación lo más posible. Sabemos que es posible que no salga este año, esa es la verdad. Pero bueno, la intentona un poco es sentar un precedente de que estas cuestiones ambientales están cada vez más presentes. Por ahí se da más en localidades más chicas, hay luchas históricas como en Córdoba contra Monsanto, esa es como una referencia muy grosa… También en otros lugares, como Andalgalá con la minería, en Mendoza con el agua… Pero por ahí en muchos lugares son específicos contra empresas determinadas y en localidades quizás más chicas donde es más fácil identificar los actores en juego. Acá, lo que se dio en Rosario con la Multisectorial, no es un pueblo es una metrópoli, y lo que está en juego es un territorio enorme. Con lo cual es un desafío cómo hacer para apropiarse de todo eso y cómo defender algo que es tan grande.
– Vos fuiste parte del grupo de kayakistas que durante una semana remó desde Santa Fe a Plaza de Mayo. Quisiera una apreciación personal de haber participado de la travesía.
AM: Bueno, la verdad que fue una experiencia alucinante. Medio épica, que era un poco lo que buscábamos, generar una épica. Sabemos que la idea era de entrada bastante osada. De hecho entre nosotros mismos no nos poníamos de acuerdo si daba o no para hacerlo, por múltiples razones, pero fundamentalmente estaba la complicación de que fuera en agosto, en pleno invierno. Sumado obviamente a la cuestión de la pandemia… eran muchos kilómetros. Pero se definió esa fecha porque la intención era hacerlo previo a las PASO de septiembre, y no había mucho margen. Se definió una fecha con la posibilidad de pasarla si el clima no daba, pero quedó esa fecha y la sostuvimos.
Fue una cosa bastante osada, sobre todo porque la mayoría de los que estamos en la travesía no teníamos experiencia en travesía, muy poca o en mi caso, ninguna. Sí experiencia de remar. Rosario, es una de las ciudades con más actividad de kayakismo en el mundo. Pero una cosa es cruzar el Paraná e ir a la isla de enfrente y otra cosa es hacer una travesía. Y nada, el ritmo era bastante cansador, porque los días estaban calculados de manera tal que había que arrancar a la mañana temprano, parar un rato al mediodía, no había ni tiempo de hacer la digestión, y salir de vuelta.
– ¿Fueron turnándose o remaron los 350 Km?
AM: Sí, algunas personas fueron sumándose, se dio eso un poco. Varios la hicieron completa y en algunos casos se turnaron, llegaron hasta un punto o -como en el caso mío- nos sumamos a partir de un punto. La logística implicaba todo un grupo por tierra que iba con autos, acompañando, y también una lancha de apoyo, entonces hubo posibilidad de hacer algunos recambios. Pero bueno, varios la hicieron completita, y la verdad es que lo que alimentó todo fue que tuviera un propósito así, porque sostener el ritmo fue muy exigente físicamente. La gente que hace estas cosas está acostumbrada a hacer quizás cada un par de meses una travesía, y no era nuestro caso.
La experiencia en sí fue muy linda, encontrarse con gente en las distintas paradas que nos recibían. En Zárate, en San Pedro… Ya estaba previamente hecha una coordinación con las distintas localidades, los lugares dónde arribar y también en algunos casos la gente de los lugares nos esperaba con alguna comida. Hubo todo un trabajo previo de organización, como desde dos o tres meses antes con el grupo operativo de Rosario y con la gente que se fue sumando… La gente de estas otras localidades, fundamentalmente de organizaciones socioambientales, se puso también en el papel de organizador.
– Todas tienen este reclamo…
AM: Claro, en distintos lugares… Hay un debate que se juega que tiene que ver con la disputa del uso del río, que es común, con las particularidades de cada lugar, pero tiene que ver. En San Nicolás están peleando porque hay toda una obra pública de hacer empalizadas y cementar toda una parte de la costa para uso privado de un espacio público. Así, como ese ejemplo, hay varios otros. La contaminación, obviamente… Pasamos por delante de todo un tramo del cordón industrial en Villa Constitución, de ahí para adelante se ve toda la cantidad de desechos que hay, pasamos por Atucha… y la verdad es que es muy impactante. Y eso, encontrarse con unos paisajes alucinantes también… es raro, es una situación medio desoladora, pero a la vez muy lindo, por otro lado.
– El año pasado las islas del Paraná recibieron un duro golpe, sobre todo la biodiversidad y los humedales como ecosistema después de los incendios. ¿Qué tal está eso en la actualidad?
AM: Una aclaración: el año pasado y este año también, porque las quemas siguieron y en una intensidad similar, te diría, hasta donde sé. Quizás un poco menos, pero al menos en algunos momentos hubo una intensidad similar. No lo sé, sinceramente. Fue tremendo, no sé cuáles son los números de la biomasa que se perdió, pero es muchísimo, se quemaron muchas miles de hectáreas.
– ¿Qué importancia tiene, tanto para los rosarinos como para los argentinos, la defensa de los humedales? Pensando en las islas del Paraná o los salares en el norte de Argentina.
AM: El tema de la defensa de los humedales en el caso particular de Rosario es fundamental. El Río Paraná cumple una función ecosistémica, de regulación de cómo funciona todo: el ecosistema de Rosario y alrededor, las islas. Si el río se seca se va perjudicando, y eso lo vimos en algo concreto, que fue lo que terminó de encender la chispa, que es que el humo invadió la ciudad de Rosario en unos niveles sin precedentes, y eso generó muchas complicaciones: gente con asma se vio complicada por eso. Eso es lo primero que surge.
Después, bueno, más allá de los problemas que acarrea a los humanos, también a toda la biodiversidad que vive ahí. Ahora que el río está tan bajo es muy impresionante ver toda esa confluencia de problemas que se van dando, que algunos tienen un origen más natural, otro más provocado (artificial), pero los naturales de todas maneras, por los factores más humanos, se complican mucho más. Entonces realmente es algo que hay que defender claramente, una reserva de agua dulce, hablando a escala nacional, incluso internacional… El Río Paraná es una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo, necesariamente hay que defenderlo.
En el caso de las Salinas sinceramente no conozco demasiado, sé que viene habiendo un proceso de resistencia con las comunidades originarias que viven en Jujuy en esa zona, que tiene que ver con que el agua es parte del proceso de extracción de Litio y hay toda una complejidad ahí… Creo que se pone en juego despertar una idea de sujeto político nueva, que incorpore a las luchas tradicionales, pero también la cuestión ambiental. Ese es el desafío. Por ahí las metrópolis como Rosario viven medio de espaldas a todas las cuestiones, porque como a uno le sale el agua por el grifo y tiene todo resuelto, piensan que nada lo va a afectar, y eso es una falacia. El desafío entonces es despertar esa conciencia, tanto en Rosario, en Buenos Aires, en Córdoba… Las grandes ciudades tienen que contagiarse de eso, y bueno, a tono con lo que está pasando en el mundo entero, porque la cuenta regresiva parece estar ya funcionando.