A 100 años de la muerte de Vladimir Lenin

El 21 de enero de 1924, hace 100 años, fallecía Vladimir Ilich Ulianov Lenin. Lideró el Partido Comunista de Rusia (Bolchevique) y condujo la insurrección armada de los obreros, campesinos y soldados en octubre de 1917, llevando al triunfo la Revolución Rusa acabando con la tiranía de los zares.

Días que hicieron temblar a las clases dominantes, inspiraron e iluminaron a millones de explotados y oprimidos en todo el mundo a unirse y luchar contra la opresión capitalista.

Su figura se agiganta y sus aportes en la teoría revolucionaria tienen plena vigencia en nuestros tiempos aportando a los pueblos del mundo el poder de la clase obrera acaudillando a los demás sectores populares, por primera vez, en la construcción del Estado de todo el pueblo en ese inmenso país. 

Lenin profundizó y aportó desde el proceso vivo de la revolución rusa, a la teoría de la necesidad de que la clase obrera tenga su partido de vanguardia para poder emanciparse y emancipar al conjunto del pueblo. Sus aportes sobre la etapa capitalista bajo el dominio de los monopolios, la etapa imperialista, son de plena vigencia en la actualidad donde los que hablan de “libertad” engañan a los pueblos para profundizar su “libertad” de más explotación y saqueo a través de sus lacayos vernáculos como la clase terratenientes y otras expresiones dominantes locales, no frenados por la decadencia de una dirigencia “progresista” que ha dado sobradas muestras de no estar a la altura en la dirección de los procesos populares en la lucha por la emancipación en los países dependientes y en disputa.

Esta realidad impone a los comunistas revolucionarios, desenmascarar las mentiras dominantes que hablan del fracaso y brutalidad del socialismo y el comunismo para recuperarlo como el más noble objetivo histórico de los pueblos que tienen en esta etapa la tarea de la liberación nacional y social.

Hoy la reacción en el poder pretende realizar cambios de fondo, estructurales en un abrir y cerrar de ojos. Ya no cambios coyunturales o superficiales para seguir explotando, sino que se proponen eliminar en nuestro país y por decreto conquistas históricas del movimiento obrero y popular que costaron luchas y vidas. Aun llevándose puesta la Constitución Nacional donde se consagran derechos básicos sociales y políticos como lo establece el Artículo 14Bis. Pretenden terminar la tarea que ni la fusiladora en 1955 o la dictadura sangrienta en 1976 con 30.000 detenidos desaparecidos pudo terminar de imponer en nuestro país.

Levantar las banderas de la revolución es dotar de esperanzas a millones de desesperanzados, pagadores de política tibias con los poderosos que solo han logrado ensanchar sus riquezas y poder.

Levantar las banderas de la revolución es organizar el Partido de la clase obrera y el pueblo para dotar de una férrea dirección en la lucha de clases. Levantar la bandera de la revolución es generar todos aquellos instrumentos de unidad popular y preparar a la militancia para hacer protagonistas a las amplias mayorías y estar a la altura de la violencia de los acontecimientos.

Se necesita coraje y convicción ideológica para quitarle la figura al revisionismo burgués y reaccionario, que solo ve en Lenin y la epopeya revolucionaria rusa una pieza de museo, citada en los manuales de la vulgarización de la academia liberal y posmoderna.

Negando y tergiversando que justamente allí, en las entrañas de la revolución, se condensan y dan nacimiento a las verdades universales y científicas del inevitable tránsito del capitalismo en su fase más elevada, putrefacta y ultima dominada por los monopolios, a una etapa de transición en los países dependientes, bajo la impronta de la liberación nacional y social, hacia el socialismo.

Un nuevo sistema social que será en una larga etapa el fermento ideal y revolucionario en la lucha por la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados. La sociedad comunista.

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