9 de septiembre: 46 años de la muerte de Mao Tse-Tung

Reproducimos un extracto del homenaje a cargo de Jorge Rocha en el año 2001.

Jorge hace un análisis extraordinario de los procesos que llevaron al triunfo de la Revolución China, las corrientes internas, las enseñanzas de aquellas epopeyas populares y los aportes al marxismo leninismo maoísmo.

Han pasado 46 años de la desaparición física del gran Mao Tse-Tung, pero “el tiempo transcurrido desde entonces ha puesto de manifiesto que sus enseñanzas conservan plena vigencia histórica y son un arma indispensable del proletariado y de los pueblos oprimidos en su lucha por la liberación y el socialismo”

Jorge Rocha

El 9 de septiembre de 1976 fallecía Mao Tse-tung, principal dirigente de la revolución que alcanzó el socialismo en el país más poblado de la tierra y uno de los grandes teóricos marxistas.

Con tal motivo comenzamos reproduciendo un extracto del homenaje que Jorge Rocha le hiciera en 2001 en la Facultad de Ingeniería de la UBA.

Mao Tse-tung fue fundador del Partido Comunista Chino en 1921 y condujo al pueblo chino al triunfo de la Revolución de Nueva Democracia en 1949, luego de una guerra popular revolucionaria que duró más de 25 años.

Con el triunfo de la primera gran revolución agraria y antiimperialista, se abrió el período de la revolución y de la construcción de la sociedad socialista en el país más poblado de la tierra. En esos años el mundo entero pudo comprobar los notables éxitos logrados en la resolución de problemas como la desocupación y el hambre, que ocasionaron históricamente en China terribles sufrimientos a millones y millones de trabajadores, de campesinos. El mundo entero pudo comprobar los avances del socialismo en materia de educación y salud públicas, y el fortalecimiento económico de la República Popular China.

En este proceso revolucionario Mao Tsetung, integrando creadoramente el marxismo-leninismo con la realidad de la revolución china, realizó grandes aportes teóricos que enriquecieron la doctrina marxista, tanto en el terreno de la teoría revolucionaria, de la guerra revolucionaria como en el campo de la economía y de la filosofía.

1949: Las multitudes en Beijing levantan los puños en un saludo de bienvenida a las fuerzas comunistas chinas que ingresan a la ciudad después de expulsar a las fuerzas nacionalistas.

Producida en 1957 la restauración del capitalismo en la Unión Soviética, fue Mao Tse-tung al frente de los comunistas chinos quien desentrañó las causas más profundas de dicha derrota del proletariado, encabezando la lucha contra el revisionismo antimarxista no sólo en China sino a nivel internacional.

En los últimos años de su vida realizó quizás su mayor contribución revolucionaria. Desató y dirigió la Revolución Cultural Proletaria iniciada en 1966 y formuló la teoría de la continuación de la revolución bajo las condiciones del socialismo; es decir, bajo las condiciones de la dictadura del proletariado. Desató y dirigió así una revolución inédita en la que participaron millones y millones de trabajadores, llevando la democracia grande de las masas a un nivel desconocido en su lucha contra las fuerzas burguesas en el terreno de la superestructura y del poder, en la lucha por la revolucionarización de las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas en el socialismo.

A 25 años de la muerte de Mao, el tiempo transcurrido desde entonces ha puesto de manifiesto que sus enseñanzas conservan plena vigencia histórica y son un arma indispensable del proletariado y de los pueblos oprimidos en su lucha por la liberación y el socialismo. Por eso los comunistas revolucionarios, los revolucionarios y antiimperialistas ele la Argentina realizamos este homenaje ante uno de los hombres (…) que más hizo por los explotados y oprimidos del mundo entero.

Hacemos un alto en la lucha para realizar este homenaje y reafirmar nuestra defensa de la doctrina revolucionaria del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo. Nuestro compromiso de que nada ni nadie nos apartará del camino de servir al pueblo en su lucha por la liberación y el socialismo.

La Revolución China

Mao proclamó la República Popular desde la Puerta de Tiananmen el 1 de octubre de 1949.

El 1º de octubre de 1949 triunfó en China la revolución de Nueva Democracia dirigida por el Partido Comunista que encabezaba Mao Tse-tung. Con ella, triunfaba por primera vez en la historia una revolución que abría paso, culminada la reforma agraria, a la construcción y transformación socialista, en un país semicolonial y semifeudal, oprimido por el imperialismo y en disputa entre diversas potencias imperialistas.

En 1976 moriría Mao, y como señalara Jorge Rocha en su conferencia de homenaje en septiembre de 2001 “el tiempo transcurrido desde entonces ha puesto de manifiesto que sus enseñanzas conservan plena vigencia histórica y son un arma indispensable del proletariado y de los pueblos oprimidos en su lucha por la liberación y el socialismo”.

Reproducimos aquí otro de los capítulos de dicha conferencia, acerca de la lucha de clases en el socialismo y la necesidad de la continuación de la revolución en esas condiciones históricas.

La teoría de la continuación de la revolución
La lucha de clases en el socialismo

Fue Mao Tse-tung quien, integrando la dialéctica materialista al desarrollo de la sociedad socialista, dilucidó que la construcción del socialismo, como primera fase de la sociedad comunista, iba a abarcar un período histórico muy largo. ¿Por qué? Porque como lo analizó Marx, no se trata del cambio de una forma de explotación por otra, sino de la construcción de una sociedad sin explotación ni clases.

Mao, siguiendo a Lenin, y sintetizando principalmente la experiencia de la dictadura del proletariado en la Unión Soviética y en China, y en lucha contra el revisionismo antimarxista, demostró que en todo ese período subsisten las clases, la lucha de clases y el peligro de restauración capitalista. Y desentrañó y demostró que, aun después de cumplida en lo fundamental la transformación socialista de la propiedad sobre los medios de producción, sigue existiendo por mucho tiempo la lucha entre el proletariado y la burguesía, la lucha entre el camino socialista y el camino capitalista.

Mao formuló esta teoría a partir de desentrañar que las leyes más generales que rigen el desarrollo social, descubiertas por Marx, son válidas también para la sociedad socialista. Es decir la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción y la contradicción entre la base económica y la superestructura.

Claro que a diferencia de lo que acontece en el sistema capitalista, en donde existe un antagonismo irreconciliable entre el carácter social de las fuerzas productivas y la apropiación privada de los medios de producción –y consiguientemente de lo producido–, así como entre las masas productoras y el Estado y la superestructura que garantizan esa propiedad privada de los medios de producción, en el socialismo existen consonancia y trabas, consonancia y contradicción simultáneas entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y entre la base económica y la superestructura.

Por eso Mao planteó que en el socialismo es necesario seguir llevando adelante la revolución en la superestructura para fortalecer la ideología proletaria y la dictadura del proletariado, a fin de hacerlas concordar con la base económica. Es necesario llevar adelante la revolución en el terreno de las relaciones de producción a fin de profundizar la propiedad socialista de los medios de producción para facilitar, el desarrollo de las fuerzas productivas. Así como es necesario llevar adelante la renovación y el avance tecnológico, para desarrollar las fuerzas productivas y dotar al sistema socialista de la base material que fortalezca sus relaciones socialistas de producción y la dictadura del proleta¬riado en la superestructura. Señalando que sólo así se podrá avanzar hacia la sociedad comunista.

Al integrar esta verdad con la realidad del socialismo, Mao Tse-tung desentrañó las leyes más generales que rigen el desarrollo de la sociedad socialista en tránsito hacia la sociedad comunista.

Agosto de 1966, Mao reunido con representantes de estudiantes y maestrxs revolucionarixs de Pekín y otras partes del país. Mao lanza la Revolución Cultural.

La Revolución Cultural Proletaria

Claro que el desarrollo de estas contradicciones no sigue tampoco en el socialismo un camino lineal. En determinadas circunstancias, en la relación de la consonancia y la no consonancia -entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción y entre la base económica y 1a. superestructura- se desarrolla la no consonancia. Con la posibilidad de que este aspecto pase a predominar de conjunto y de que cambie el carácter de dichas contradicciones. Se crean así las condiciones que tornan necesarias las revoluciones dentro del socialismo. La necesidad de que la acción revolucionaria de masas del proletariado dirigido por los marxistas-leninistas, barra a la burguesía de las posiciones que ésta mantiene en el poder y afiance su propio poder: la dictadura del proletariado.

Lo inédito de dichas revoluciones consiste en que se desarrollan bajo las condiciones de la dictadura del proletariado para derrotar a las fuerzas burguesas que luchan por imponer el camino capitalista y la restauración capitalista, con el apoyo abierto o encubierto del imperialismo a escala mundial; para derrotar esas fuerzas burguesas y afianzar así la dictadura del proletariado.

Esta fue precisamente la experiencia china. Ya en 1957, en su trabajo “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”, Mao Tse-tung analizó el fenómeno de consonancia y contradicción simultáneas que se da en el socialismo entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, y que se presenta también entre la superestructura y la base económica. Sin embargo, casi diez años después, y luego de desarrollar una tenaz lucha en el terreno de la superestructura, de la revolucionarización de las relaciones de producción y obtener éxitos pronunciados en el desarrollo de las fuerzas productivas, debió desatar y encabezar la Revolución Cultural Proletaria.

La lectura de los documentos contenidos en el V tomo, muestra la intensidad de la lucha de clases en el socialismo y la fuerza con la que luchó el maoísmo. Pero también cómo la derecha, los seguidores del camino capitalista, no obstante sufrir los embates de las masas dirigidas por el maoísmo, luego de replegarse, emboscarse, volvían a embestir contra la dictadura del proletariado y el camino socialista. Y muestra muy en especial cómo la lucha se condensa, decisivamente, dentro del Partido y de su Dirección. Lucha que llevó también a la necesidad de profundizar en las raíces sociales y políticas del revisionismo. E investigar el porqué del surgimiento y desarrollo de componentes del Partido, que en un proceso, se transforman en seguidores del camino capitalista y trabajan para la restauración burguesa.

Las campañas masivas de educación socialista desarrolladas en todos esos años no fueron suficientes. Se hizo necesario desatar una revolución, inédita, para resolver la aguda contradicción abierta, para restablecer la consonancia y la contradicción simultáneas como ley general del desarrollo de la sociedad socialista en marcha hacia la sociedad comunista.

Miembros de una comuna de la provincia de Jiangsu participaron en una manifestación en 1974 en la que criticaban al filósofo Confucio.

La teoría revisionista de las “fuerzas productivas”

¿Y a qué se opuso esta teoría y práctica de la continuación de la revolución en las condiciones del socialismo? Se opuso a la teoría burguesa y revisionista enarbolada por Jruschev, y en China por Teng Siaoping, que planteaba que la contradicción principal era la que se daba entre las relaciones socialistas de producción y el atraso de las fuerzas productivas. Por lo cual el pro¬blema central pasaba a ser superar dicho atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas. Allí y solo allí estaba según ellos el problema. Con lo cual combatían la lucha contra las tendencias burguesas en la superestructura para así mantener y desarrollar sus posiciones en ella. Combatían la revolucionarización de las relaciones de producción para mantener sus posiciones burgue¬sas en ellas, y con ello combatir la concepción proletaria del desarrollo de las fuerzas productivas. Y esto en China, donde luego de concretarse la reforma agraria, millones y millones de campesinos pasaron a ser propietarios de pequeñas parcelas de tierra; y donde desde entonces se desarrollaba una aguda lucha para avanzar en la conformación de cooperativas, de comunas populares, para avanzar hacia la propiedad socialista sobre la tierra.

En definitiva, fue la teoría revisionista burguesa para imponer la restauración y el camino capitalista tanto en la Unión Soviética como en China en 1978. Teoría que repite aquí Echegaray, y desde fines de la década del 50 hasta la fecha el PC argentino. Para ellos no existió ni existen clases y lucha de clases en el socialismo.

Profesores y estudiantes de un instituto de ingeniería aeronáutica que ayudaron a cosechar trigo cerca de Beijing en 1967.

Desarrollo burgués y desarrollo socialista

Porque existe también la lucha de clases en la concepción sobre el desarrollo de las fuerzas productivas. Una cosa es el desarrollo burgués. Otra cosa es el desarrollo socialista. Y si no veamos qué es lo que ha pasado en China. Ha habido desarrollo, claro que sí. Pero a través de restablecer el capitalismo y la explotación. Ese desarrollo capitalista, como vemos en todo el mundo, no resuelve el problema de millones sino la ganancia de unos pocos. Nunca como ahora se ha comprobado la contradicción antagónica entre la opulencia de una minoría y el hambre, la miseria y la explotación de miles de millones en el mundo.

La burguesía china avanzó. Exporta capitales y tiene planes de dominación y hegemonismo en el mundo. En nuestro país ya tenemos capitales y bancos con participación de capitales chinos. Si miramos las estadísticas, ha sido uno de los países que en los últimos años ha desarrollado más su Producto Bruto Interno anual. Pero junto con ello, las estadísticas nos dicen que ha crecido en forma pavorosa también la explotación, la opresión, la ruina de millones de campesinos, el hambre, la desocupación, y la represión de la lucha de las masas obreras, campesinas y populares. Y si no, recordemos Tienanmen.

Y en relación a este desarrollo económico, al que le cantan tantas loas los actuales dirigentes chinos, cabe precisar lo siguiente. Es verdad que en determinado grado y medida, en determinados períodos, regiones y países, en determinadas áreas de la economía, se desarrollan las fuerzas productivas en el capitalismo imperialista actual. Pero como señaló Lenin, eso no nos puede ocultar que mirado en su conjunto e históricamente, el sistema imperialista, del que ahora forma parte China, se ha transformado de conjunto en una traba al desarrollo de las fuerzas productivas, conlleva en sus entrañas la destrucción de fuerzas productivas. No nos puede ocultar que el imperialismo, como fase superior del desarrollo capitalista, lo ha convertido de “progresivo” en parasitario, es decir, desde un punto de vista histórico, en un sistema en descomposición. En el que, como analizó Marx en el Prólogo de “Contribución a la Crítica de la Economía Política”, en 1859, las relaciones de producción existentes, de formas de desarrollo de las fuerzas productivas se convierten en trabas suyas. Por eso se abre así -señaló Marx- “una época de revolución social”.

Y bien, este aporte teórico y práctico de Mao Tse-tung puso de relieve que el marxismo no sólo no era una pieza de museo sino la única teoría científica capaz de desentrañar las causas de fondo de las derrotas del socialismo en el siglo pasado. Capaz de dar a los revolucionarios un arma fundamental en su lucha por la revolución. De allí entonces una de las razones para la campaña de silencio a la que nos referíamos al comienzo, y el odio más feroz que profesa la reacción imperialista y el revisionismo antimarxista a Mao Tse-tung.

Guardias rojos desfilando por la Plaza de Tiananmen en octubre de 1966.

La Nueva Democracia

Quisiera referirme brevemente ahora, a la teoría de la revolución de Nueva Democracia.

Integrando el marxismo-leninismo con la realidad de la revolución china, Mao Tsetung caracterizó a la China de aquel entonces como – un país semicolonial y semi feudal, con una pronunciada desigualdad en su desarrollo político, económico y cultural, en el que predominaba, en su vasto territorio, la economía semifeudal. Esto determinaba -señaló- que la revolución china fuese por su carácter una revolución de Nueva Democracia, una revolución antiimperialista y antiterrateniente, que los blancos principales fuesen el imperialismo y los terratenientes y que las fuerzas motrices de la revolución fuesen el proletariado, el campesinado y la pequeña burguesía urbana.

Mao Tsetung definió, igualmente, que dichas características de la realidad china determinaban también la particularidad de que en ciertos períodos y en cierto grado, la burguesía nacional podía sumarse a la revolución; y que la forma principal de lucha en el proceso revolucionario chino era la lucha armada. Por eso pudo decir que la historia del PC chino era una historia de lucha armada. Este análisis significó un aporte de especial importancia para la teoría y práctica revolucionaria en los países oprimidos.

Cabe detenerse en un primer problema: ¿Por qué denominó a la revolución democrática como una revolución de Nueva Democracia? Porque en la “nueva era”, señaló, es decir en la época del imperialismo y las revoluciones proletarias -y más precisamente luego de la Primera Guerra Mundial imperialista del ‘14 al ‘18 y del triunfo de la Revolución Rusa del ‘17- la revolución democrática burguesa en China dejaba de pertenecer a la vieja categoría de la revolución democrática burguesa mundial. Pasaba a pertenecer a una nueva categoría, y el frente del que formaba parte era el frente de la revolución proletaria mundial.

Mao Tsetung analizó, a partir de estudiar el desarrollo histórico chino y señalar el comienzo de dicha revolución -en un sentido más completo- en 1911, que la revolución china en su primera etapa, aunque por su carácter social seguía siendo fundamentalmente democrático-burguesa y sus reivindicaciones tendían objetivamente a desbrozar el camino al desarrollo del capitalismo, ya no era una revolución de viejo tipo. Es decir, dirigida por la burguesía y destinada a establecer una sociedad capitalista y un Estado de dictadura burguesa. Sino que era una revolución de nuevo tipo, dirigida por el proletariado y destinada a establecer, en esta primera etapa, una sociedad de nueva democracia y un Estado de dictadura conjunta de todas las clases revolucionarias. Un Estado de todos los sectores antiimperialistas dirigidos por el proletariado. Y que por consiguiente esta revolución abría precisamente un camino aún más amplio al desarrollo del socialismo. Por eso esta revolución -señaló siguiendo a Lenin e integrando su aporte a la realidad de un país oprimido- no puede ser sino parte de la revolución mundial socialista y proletaria.

Y decimos siguiendo a Lenin, porque éste ya en 1916, en su artículo “Balance de la discusión sobre la autodeterminación”, fue quien señaló que la autodeterminación -punto básico del problema nacional- había dejado de ser una parte del movimiento democrático general y se había convertido ya en parte integrante de la revolución proletaria general, de la revolución socialista.

Ese fue entonces el fundamento de la denominación de la primera etapa de la revolución china como una Revolución de Nueva Democracia. Fundamento que alumbró toda la estrategia y la táctica de los marxistas-leninistas frente a las revoluciones democráticas desde comienzos del siglo XX. (…)

La Revolución de liberación nacional y social en un país oprimido

La teoría de Mao Tsetung avanzó en este tema al analizar la particularidad de estas revoluciones en un país oprimido como era China. Reafirmó la característica fundamental acerca de la relación con el campesinado como el firme aliado del proletariado, y con la pequeña burguesía urbana. Y puso de relieve por primera vez dos particularidades fundamentales.

La primera particularidad consistió en la posibilidad de que en un país semicolonial y semifeudal, en el que predominaban relaciones de producción semifeudales, la burguesía nacional pudiera sumarse al proceso revolucionario en determinado grado, y en ciertos períodos. Es por eso que planteó a partir de ello, y teniendo en cuenta el doble carácter de la burguesía nacional, la política del proletariado de establecer un frente único nacional revolucionario con ella, o la ruptura de ese frente cuando se viese obligado a ello.

Mao Tsetung señaló la necesidad de distinguir a la burguesía compradora, que es una clase al servicio directo de los capitalistas de los países imperialistas y sustentada por ellos, de la burguesía nacional. Lejos del estrecho y erróneo criterio que sustentaban entre otros Victorio Codovilla y el PC argentino, que tomaba como punto de partida para el análisis de la burguesía en los países dependientes, coloniales y semicoloniales, el de su vinculación con el imperialismo, Mao Tsetung partió del criterio de analizar el predominio de la contradicción o de la subordinación de la misma en su relación con los imperialistas en el terreno económico y político. Señalando, a su vez, que en la propia burguesía compradora era necesario distinguir a los diferentes grupos al servicio de las diferentes potencias imperialistas que oprimían a China, a fin de aprovechar esto a favor de los objetivos revolucionarios.

El análisis y las definiciones de Mao Tsetung en relación a la burguesía nacional significaron un desarrollo de la teoría marxista leninista y en especial un desarrollo de gran importancia en la estrategia y la táctica del proletariado en los países oprimidos. La justeza de la política de alianza y lucha con la burguesía nacional en China, fue comprobada a lo largo de las cuatro fases que abarcó el proceso revolucionario chino hasta su triunfo en 1949. En el período de la Primera Guerra Civil Revolucionaria -el del frente en la Expedición al Norte-, de 1924 a 1927; en el de la Segunda Guerra Civil Revolucionaria -el de la guerra revolucionaria agraria-, de 1927 a 1937; en el de la Guerra de Resistencia al Japón -el del frente único nacional antijaponés-, de 1937 a 1945; y en el de la Tercera Guerra Civil Revolucionaria, de 1945 a octubre de 1949, fecha en la que con el triunfo de la Revolución de Nueva Democracia se abrió la etapa de la revolución socialista.

Mao Tsetung demostró teórica y prácticamente que era erróneo identificar a la burguesía china con la de los países capitalistas. Así también la necesidad de integrar esta verdad con las condiciones concretas de cada país. Esta verdad es de gran utilidad para países oprimidos y dependientes como el nuestro, donde no predominan las relaciones semifeudales sino las relaciones capitalistas de producción. Relaciones capitalistas deformadas por la dependencia y por la subsistencia del latifundio. Por lo cual la política del proletariado con la burguesía nacional, a diferencia de la seguida en China, es la de lograr su neutralización: la política de unidad y lucha tendiente a aislar al sector que se alía con el enemigo, a ganar a un sector patriótico y democrático y a neutralizarla de conjunto como clase. Esta ha sido nuestra política, salvo en el corto período en que la contradicción principal pasó a ser la lucha contra el imperialismo inglés, durante la guerra de Malvinas en 1982.

El camino revolucionario

Mao en el desfile de la victoria de Beijing en 1949.

Como desarrolló Rocha, también para China Mao Tsetung señaló que la tarea central y la forma más alta de toda revolución es la toma del poder por medio de la lucha armada: este revolucionario principio marxista-leninista tiene validez universal. “No obstante –analizó–, ateniéndose al mismo principio, el partido del proletariado lo aplica de distinta forma según las distintas condiciones de cada país. Mao Tsetung definió que a diferencia de la estrategia insurreccional, que reconoce un período de acumulación política antes de emprender el levantamiento armado y la guerra civil y sigue el camino de la ciudad al campo, en China la forma principal que recorría todo el período revolucionario era la lucha armada, y el camino era del campo a la ciudad. La lucha armada en China significaba de fondo la guerra campesina; y la relación del partido del proletariado con el campesinado y con la guerra campesina eran una y la misma cosa.”

“¿Y esto por qué? Porque a diferencia de los países capitalistas desarrollados, y de países oprimidos como el nuestro, en los que la clase obrera no sólo es la fuerza dirigente sino también el contingente principal de las fuerzas motrices, en China el proletariado era la fuerza dirigente pero no era el contingente principal de las mismas. En una población en aquel entonces de más de 450 millones, sólo 3 millones aproximadamente componían e1 proletariado moderno. El carácter semicolonial y semifeudal de la sociedad china, el que las relaciones de producción semifeudales fueran dominantes y la población campesina abrumadoramente mayoritaria (el 80 % de la población), determinaban que, si bien el proletariado era la fuerza dirigente, el campesinado era el contingente principal de las fuerzas motrices en la revolución.”

La lucha de líneas en China y en la Internacional Comunista
Estas posiciones y aportes de Mao tuvieron que enfrentar la polémica abierta tanto en China como en el seno de la Internacional Comunista “contra las posiciones derechistas, seguidistas de la burguesía, que predominaron en el Partido Comunista chino en las postrimerías del período de 1924 a 1927. Estas posiciones concentraban unilateralmente su atención en el movimiento de masas y facilitaron la derrota de la Expedición al Norte. Y se desarrollaron también en polémica contra el oportunismo de izquierda, que tuvo mucho peso hasta 1931 y continuó teniendo peso en los primeros años de la década del ‘30, perjudicando la lucha durante la fase de la guerra revolucionaria agraria. Estas posiciones tomaban como tarea central la preparación para el levantamiento en las ciudades y el trabajo en las zonas blancas.”

“La lucha contra el oportunismo de izquierda se desarrolló también en polémica contra las teorías y las posiciones de Trotski. Quien, en lucha contra Stalin, combatió la concepción marxista-leninista de la revolución ininterrumpida y por etapas, a la que calificó de reaccionaria, y sostuvo que la revolución china tenía un carácter tanto antifeudal como antiburgués, afirmando que el explotador más odiado en el campo chino era el campesino rico usurero. En cuanto al camino del campo a la ciudad, para los trotskistas significaba directamente una traición al marxismo.”

“Los aportes de Mao Tsetung se desarrollaron también en polémica contra tendencias dogmáticas muy fuertes existentes en ese entonces en China, en la URSS y en la Internacional Comunista. Tendencias dogmáticas que menoscababan y polemizaban contra los aportes de Mao Tsetung, a quien acusaban de ser un dirigente pragmático, de mentalidad campesina. Estas tendencias, insurreccionalistas, impulsaban una traslación mecánica de la experiencia rusa y llevaron a resultados desastrosos, no sólo en China, sino también en numerosos países; principalmente en numerosos países oprimidos.(…).”

En América Latina
Estas polémicas también se reprodujeron en América Latina, donde en países dependientes donde predominaban relaciones semifeudales, numerosos Partidos Comunistas actuaban de manera dogmática: “Tras un planteo estratégico insurreccional, no fueron al encuentro de las masas campesinas ni practicaron una política correcta con la burguesía nacional. En la mayoría de los casos ignoraron alegremente las enseñanzas maoístas y no integraron el marxismo-leninismo con la práctica de la revolución en sus respectivos países, con lo que ocasionaron enormes dificultades para el avance del proceso revolucionario, produciéndose importantes derrotas. (…) Luego de la restauración capitalista en la URSS en 1957, la mayoría de estos partidos abandonaron el marxismo-leninismo y siguieron los dictados del socialimperialismo. Conocimos entonces la teoría del capitalismo dependiente, adoptada posteriormente en la reunión de Partidos Comunistas de La Habana de 1975. Teoría muy útil para ocultar la existencia del socialimperialismo ruso, su penetración en América Latina y para ocultar la lucha interimperialista en el patio trasero del imperialismo yanqui. (…) Conocimos también entonces la revitalización de la vieja teoría reformista de la vía pacífica para la conquista del poder. Es decir, compañeros, revisionismo puro. (…)”

Pero los procesos revolucionarios latinoamericanos del siglo XX pusieron en evidencia lo erróneo y perjudicial de ese doctrinarismo y revisionismo: “Y si no, veamos. ¿Qué mostró la Revolución Mexicana de principios del siglo XX? ¿Y la Revolución Cubana? ¿No fue Cuba un ejemplo de una revolución democrática, agraria, antiimperialista en marcha ininterrumpida al socialismo? ¿No fue Cuba un claro ejemplo del triunfo del camino del campo a la ciudad? ¿No fue Cuba una demostración palpable de que la forma principal de lucha en el proceso revolucionario de muchos países era la lucha armada?”

“La teorización posterior de la Revolución Cubana realizada por Regis Debray, apoyada por importantes dirigentes cubanos, no sólo ocultó deliberadamente a Mao sino en especial la verdadera experiencia de las masas campesinas cubanas y las particularidades de la dirección del proletariado en ese proceso. Proceso que, dirigido por quienes eran en ese entonces verdaderos marxistas-leninistas, encabezados por Fidel Castro, derrocaron a Batista en 1959 a través de la lucha armada. Esa teorización revisionista de Regis Debray, de carácter pequeñoburgués, que tanta difusión tuvo en la década del ‘60, ocasionó grandes daños al proceso revolucionario latinoamericano. ¡Vaya a saber a quiénes respondió ese pseudo teórico de experiencias y de sangre ajenas!”

“La posterior lucha de líneas (reflejo de la lucha de clases que se libró en la revolución socialista cubana) entre una línea de subordinación al socialimperialismo para combatir al imperialismo yanqui y una línea de desarrollo independiente de la revolución basada en las propias fuerzas, y el triunfo de la primera, no quita un gramo de verdad a lo dicho anteriormente. Así como tampoco quita un gramo de verdad el hecho de que la línea de oposición al curso que finalmente prevaleció en Cuba (línea de oposición que encabezó en ese entonces el Che), no fuese una línea sistemática, completa, sino embrionaria, acerca de cómo continuar la revolución bajo las condiciones del socialismo.”

El camino estratégico en nuestro país
En último término, Rocha remarcó que, a diferencia de China y muchos otros países oprimidos, en el caso de nuestro país lo que está planteado es el camino insurreccional: “En nuestro país, por las características que hemos señalado, más del 70% de la población es urbana. Sólo en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires habita casi un tercio del total de nuestra población. Sobre una población económicamente activa de 9 millones, de acuerdo al Censo de 1980 (…), hay aproximadamente más de 7 millones de asalariados. La historia de la lucha de clases en nuestro país, y más precisamente la historia más reciente, demuestra que el camino revolucionario en la Argentina va de la ciudad al campo, es insurreccional.”

“Pero definida esta línea estratégica en nuestra revolución, junto, a nuestros esfuerzos por ir descubriendo los caminos de aproximación a la misma (…), hemos rechazado también las concepciones trotskizantes, para las cuales no existe el problema agrario en el país. Por eso hemos definido en nuestro Programa que un largo proceso histórico ha demostrado que el camino de la revolución tiene su centro en las ciudades y a la insurrección como forma principal y superior de lucha. Pero también que a ésta la concebimos combinada con las modalidades propias de la lucha armada en el campo, que pueden producirse antes, durante o después del momento insurreccional.”

Rocha rechazó también la concepción de simultaneidad nacional de la insurrección, planteando la posibilidad de “la existencia de regiones en donde se tensan al máximo todas las contradicciones y en donde sin esquematismos, y sin rechazar ninguna forma de lucha, trabajamos también con una línea insurreccional”. Asimismo rebatió la idea de un continentalismo “que niega la particularidad de nuestros países, la existencia de nuestros Estados nacionales y, de fondo, la posibilidad de la revolución en un solo país; con lo que se rehúye asumir las responsabilidades propias en cada país.”

La vigencia histórica de los aportes de Mao Tsetung
Para finalizar, Rocha sostuvo: “No hemos concebido este homenaje como un acto formal. Los aportes de Mao Tsetung, un gigante del pensamiento y la acción, a la lucha revolucionaria y al desarrollo del marxismo-leninismo, han sido de enorme importancia y mantienen plena vigencia histórica. Estudiarlos para integrarlos a nuestro proceso revolucionario es un arma indispensable para servir a nuestro pueblo. Para animarnos a escalar las alturas y lograr la victoria.”

últimas noticias